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    UN LARGO VIAJE A TRAVÉS DEL REVUELTO SIGLO XX, del Brigadista Internacional Austríaco Gerhard Hoffmann. – 6. UN INTERLUDIO ROMÁNTICO

    El autor conoce a Clara en 1936, una joven de la que se enamora. Una relación fraternal que perdurará décadas. Le ayudará a sobrellevar las duras condiciones que vivirá después en prisión donde aprende ebanisteria, y en un período de poder y conflictos del fascismo.

    El verano de 1936 me halló veraneando con mi familia en las lindas playas del lago de Garda, en Italia, en casa de un cliente de mi padre. Mientras pasaba los días con los jóvenes del pueblo disfrutando de las dulces olas del apacible lago, se estaba produciendo la guerra de Abisinia, donde el Duce intentaba conquistar un imperio para su pequeño rey. En esta aventura murieron unos cuatro mil quinientos soldados italianos y doscientos setenta y cinco mil del Negus. El ejército italiano avanzaba mientras los jóvenes del pueblo cantaban lindas canciones de guerra: “musetto nero, sarai romano…” y “quando saremo Macalé, or ti daremo un’altra legge, un altro re”

    Lago di Garda, como un mar entre la Llanura Padana y los Alpes

    Evidentemente me enamoré de la más joven de las hijas del señor Giovanni, la rubia Clara, iniciando así una relación que duraría más de siete decenios ya que aunque ambos pasamos de los noventa años todavía nos llamamos una vez por semana evocando tan singular amistad.

    En su diecisieteavo cumpleaños le regalé una reproducción de un velero que había admirado en una tienda de Sirmione y que se convirtió en el símbolo de nuestro amor. Cuando un año más tarde fui encarcelado y aprendí algo de ebanistería, le hice un cofrecillo taraceando dicho velero en la tapa. La historia de esta pieza es larga; cuando salí de la cárcel el cofre se perdió pero por una serie de afortunadas coincidencias se conservó durante los largos años de exilio, prisiones y desventuras, reapareciendo después de la guerra. Así que muchos años después pude entregárselo, cuando nos reencontramos gracias a ciertos milagros, ambos felizmente casados pero con el imborrable recuerdo de nuestro amor juvenil.

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    UN LARGO VIAJE A TRAVÉS DEL REVUELTO SIGLO XX, del Brigadista Internacional Austríaco Gerhard Hoffmann. – 5. DE LA ESCUELA A PRESIDIO

    La vida del autor en su país durante los años 30 son en el contexto del régimen de Dollfuss y los posteriores a la anexión de Austria por la Alemania nazi. Destacan su participación en movimientos revolucionarios antifascistas, las normas antijudías y su experiencia en prisión.

    Me tocaba volver a la escuela como si nada hubiera ocurrido. Privados de sus locales de encuentro, los socialistas se reunían en los parques y las vegas del Danubio, jurando venganza contra Dollfuss y su gobierno. Muchos socialistas se adhirieron a nuestro grupo desilusionados por sus líderes. El Primero de Mayo de 1939 se celebró en un bosque de Viena la solemne unión de los jóvenes socialistas con los comunistas, resueltos a permanecer unidos en la lucha contra el régimen fascista.

    El 2 de mayo, para evitar las manifestaciones obreras, el régimen había programado un desfile en el Ring, la gran avenida de Viena, con Dollfuss y su ministro del interior, el conde de Starhemberg; la juventud en edad escolar estaba obligada a asistir al mismo. Los jóvenes allí congregados se burlaron del régimen aplaudiendo frenéticamente al pasar un cartero con su vistoso uniforme mientras permanecían en riguroso silencio al desfilar el dictador y su séquito montados en caballos blancos.

    No me quedaba tiempo para la escuela; había reuniones, se distribuían diarios clandestinos, teníamos que recoger las contribuciones para los compañeros encarcelados y visitar a los nuevos adeptos. Pasábamos los fines de semana en las vegas del Danubio o recorriendo las montañas. Solíamos cantar nuestras canciones y recaudar entre el público fondos para el Socorro Rojo puesto que había quien sacrificaba veinte céntimos de su magro presupuesto para mostrar su simpatía mientras otros nos insultaban.

    El gobierno de Dollfuss, enfrentado con la izquierda y con los nazis que promulgaban la unión con Alemania, buscó apoyo internacional encontrándolo en Mussolini, que preparaba su aventura en Abisinia y le convenía favorecer un régimen afín al suyo en el país vecino. Acosados por los nazis, los gobernantes encarcelaron a miles de opositores o les encerraron en un campo de concentración erigido a propósito cerca de la capital. Allí estaba mi hermano y, qué coincidencia, también mi futuro suegro, que había sido funcionario del sindicato y diputado en el parlamento.

    Durante los años precedentes a la anexión, los nazis incrementaron sus actividades antigubernamentales asistidos desde Alemania. El 25 de julio de 1934, un grupo de la clandestina SS atacó la cancillería, matando a Dollfuss en presencia de su ministro de interior, un tal Mayor Frey, que estaba negociando la rendición de los atacantes desde el balcón. Su papel quedó en entredicho, suicidándose dos años después.

    Régimen de Dollfuss y anexión de Austria por la Alemania nazi

    Recientemente un historiador encontró una referencia de este grave incidente en el diario de Goebbels, revelando la implicación personal de Hitler en el ataque nazi a la cancillería, lógicamente silenciada por los servicios alemanes. En un primer contacto en junio de 1924, Hitler se encontró con Mussolini en Venecia; ambos se reunieron a solas, sin intérprete, durante varias horas y Hitler salió convencido de haber logrado la aprobación de Mussolini para sustituir  a Dollfuss como jefe de gobierno en Austria, colocando en su lugar a un personaje de la derecha germanófila apellidado Rintelen. Obviamente los dos dictadores se habían malinterpretado; Mussolini, que apenas conocía el alemán, se vio expuesto a una larga parrafada a la que respondió “Ja” para no tener que admitir que no había entendido nada. En Berlín creían poder iniciar el golpe en base a este ilusorio acuerdo. En respuesta al ataque de Viena, Italia movilizó a sus tropas mandándolas a la frontera. En Alemania, Hitler y los suyos se asustaron ya que no estaban preparados para afrontar un conflicto internacional.

    En la cárcel nos encontrábamos junto a nuestros enemigos nazis frente al mismo común adversario. Para los antifascistas era una situación absurda. Cabe contar aquí un extraño episodio con varias consecuencias.

    En verano de 1935 la policía me apresó en una manifestación metiéndome en la cárcel durante cinco semanas, tiempo que pasé en la celda juvenil junto a unos veinte socialistas, comunistas y nazis. Allí el calor era sofocante y la dirección no permitía que se abriese la ventana, por lo que nos declaramos en huelga de hambre. Yo tenía casi dieciocho años y me nombraron portavoz. Apareció el director, un alto funcionario de policía, amenazándonos con su porra y me puse enfrente exponiéndole nuestras exigencias. Nos ordenó salir de la celda y que nos colocáramos a la derecha los que estuviéramos a favor de la huelga y a la izquierda los que no. Salí yo primero y para mi alivio todos se colocaron tras de mí. Se abrió la ventana. Al vernos ganadores nos abrazamos felices; quien se mostraba más feliz era un nazi, un muchacho alto, rubio, de ojos azules, el típico germano. Su suerte era trágica: diez años más tarde, acabada la guerra y derrotado el nazismo, se presentó en mi casa contándome que tras el Anchluss se le exigió una prueba de sangre aria, Ariernachweis, y el pobre supo que su padre era de ascendencia judía, cosa que la familia desconocía. Desde entonces tuvo que soportar todas las humillaciones reservadas a los de “sangre impura”.

    Bandera Frente Patriótico Austria

    Además, entre los jóvenes comunistas de la celda había un muchacho obrero detenido por distribuir periódicos clandestinos. Era Ferdinand Hackl[1], un buen amigo y compañero brigadista fallecido recientemente a los noventa y un años, en cuyo funeral pude evocar nuestra temprana gesta,

    Y no termina aquí. Al caer el gobierno austríaco, sus altos funcionarios fueron enviados a los campos nazis. Así es que el director de la cárcel, el de la porra, compartió infortunio con sus antiguos reclusos en el campo de Dachau.

    Sin embargo la aventura guerrera de Mussolini provocó sanciones de la Sociedad de naciones y un acercamiento entre Hitler y Mussolini, en detrimento de la protección garantizada al gobierno austríaco mientras que, obviamente, ninguna potencia europea estaba dispuesta a acudir en ayuda del país amenazado por la agresión alemana.

    Al salir de la cárcel me acogió un liceo a pesar de la nota escrita por la policía en mi expediente y tuve que seguir con Tácito y las fórmulas matemáticas. Corría 1937 y en Núremberg se promulgaron las leyes antijudías que dos años más tarde me convertirían en un ser sin derechos civiles. No recuerdo ninguna manifestación antijudía en mis años escolares.

    En la clase éramos treinta alumnos, unos veinte muchachos y el resto, chicas. Pasados cincuenta años me invitaron a una reunión de exalumnos a la que asistieron diez de ellos. No reconocí a ninguno pero me contaron la suerte de algunos de los compañeros de clase.

    Ebner, primero en matemáticas, buen compañero y nazi convencido, fue voluntario al frente en 1941, resultó herido en el frente ruso y regresó al liceo pero volvió al frente para no regresar jamás. Uno de los presentes en la reunión juraba haberse ofrecido para procurarle el certificado de mutilado no apto para el servicio pero Ebner lo rechazó, prefiriendo morir por su patria.

    La primera de la clase era una chica morena, tranquila, muy inteligente, de religión hebraica (solía salir con los cuatro no católicos que abandonábamos la clase mientras se impartía religión católica). Pereció en un campo de concentración.

    Otra compañera, una rubia muy tímida, de ascendencia judía perteneciente a una secta evangélica, se hallaba en la reunión y nos contó que tuvo que emigrar a Brasil con su familia, narrándonos los duros años de exilio, desconociendo la lengua del país y  careciendo de recursos.

    En una conferencia en junio de 1936, el gobierno de Kurt Schuschnigg que a la muerte de Dollfuss le había sucedido como jefe de gobierno, acordó con Hitler que Austria, como “segundo estado alemán” se alinearía con la política exterior del Reich ofreciendo semilegalidad al partido nacionalsocialista clandestino.

    Leyes de Núremberg
    Leyes Núremberg

    Entretanto yo languidecía por las mañanas en el liceo mientras que por las tardes y noches acudía a las actividades políticas. Por aquel entonces se proyectaron dos películas que nos entusiasmaron. Una era Cheliuskin, un documental sobre una expedición polar soviética, en el que por un momento aparecía Stalin saludando a los expedicionarios a su regreso. La otra, Viva Villa, tenía una corta e impresionante escena, que luego fue censurada, en la que podía verse a los campesinos mejicanos sacando los fusiles de su escondrijo para luchar contra la tiranía. Nosotros, como ellos, anhelábamos una sociedad mejor, socialista, y censura alguna podía quitarnos nuestro juvenil entusiasmo. Cuanto romanticismo, ¿verdad? Así suelen nacer los movimientos que desembocan en transformaciones históricas. Al ganar el poder y constituirse los ejércitos revolucionarios populares, con su rígida estructura, aparecen los líderes pragmáticos y se desvanece el romanticismo. Pero Viva Villa era un film excelente y Wallace Berry un gran actor.


    [1] Ferdinand Hackl. (Viena, 1918- Viena, 2010). Miembro de las Juventudes Comunistas desde los 14 años, encarcelado en 1935 por el régimen fascista del canciller Dollfuss. Miembro de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española desde 1937, luchó en varios frentes del sur y el centro y en la defensa de Barcelona acabando en los campos del  sur de Francia, Saint Cyprien y Gurs. Cayó en manos de la Gestapo siendo prisionero en Dachau hasta 1945.

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    UN LARGO VIAJE A TRAVÉS DEL REVUELTO SIGLO XX, del Brigadista Internacional Austríaco Gerhard Hoffmann. – 3. MOCEDAD TRAS UNA GUERRA PERDIDA. Los años de entreguerras

    Tras la IGM, Austria se convierte en una república democrática. El autor narra la vida en Viena durante los años de entreguerras tras una guerra perdida, destacando las dificultades, los cambios sociales, el antisemitismo y el papel de la Cruz Roja Americana.

    Mis primeros recuerdos datan de los años veinte del pasado siglo y constan de las habituales penurias de posguerra, la inflación y los mutilados de guerra que vagaban por las calles.

    Como muchos niños de mi vecindad me veo en una larga cola delante de la Cruz Roja americana instalada en una escuela de mi barrio con un cacharro en las manos. Allí nos echaban un cucharón de una espesa sopa de judías con cebada mondada, plato hoy desaparecido pero que me resultaba francamente sabroso a mis cinco años.

    En 1919, a punto de cumplir los dos años, apareció un hombre extraño que resultó ser mi padre, recién liberado de su cautiverio en Italia.

    Se conserva una carta dirigida a mi madre por un camarada de mi padre en la que informa que el teniente Hoffmann había caído cautivo de los italianos “tras haberse defendido valientemente al mando de su compañía”. Puede imaginarse el alivio que supuso para la pobre mujer ya que en un telegrama fechado el 24 de mayo de 1917 se le comunicaba que su marido había desaparecido en el frente del Isonzo en el transcurso de la décima de las batallas de dicha campaña. A los dieciséis días nací yo.

    Los relatos de papá de esos dos años se parecían más a una juerga; los oficiales eran tratados con el debido respeto y así, el teniente Hoffmann pasó el tiempo en Amalfi coleccionando las bellas canciones napolitanas entonces en boga que, más tarde, solía cantar en familia. Poco después el abogado Hoffmann abrió su bufete y en 1923 la vida se fue normalizando, por lo menos en  nuestra casa.

    Sin embargo, para la mayoría de vieneses los años de posguerra fueron un tiempo de lucha por la supervivencia. Cerca de nuestra casa se encontraba una barriada de chabolas llamada el barrio de las ratas, en la que la gente vivía en cuevas, sin luz ni agua. No lejos de allí se hallaban las barracas de Baumgarten, que permanecieron hasta los años cincuenta; en cada una de ellas vegetaban dos o tres familias en condiciones desastrosas. Dichas barracas se erigieron para albergar a los prisioneros rusos y aún se recuerdan las tristes condiciones que allí reinaban. De estas Baumgarten Baracken procedían muchos de los comunistas que más tarde fueron mis compañeros.

    Por aquel entonces, tras las duras condiciones impuestas por los vencedores de la guerra, el estado no disponía de medios para reparar los daños de la guerra. Pasados los años veinte se movilizaron los primeros créditos y se aprobó un ambicioso programa de viviendas en Viena, a la que acudían centenares de miles de personas desterradas de los territorios bajo control de las nuevas autoridades nacionales. Estas casas, construidas por la municipalidad socialdemócrata y financiadas con los impuestos a los que se habían aprovechado de la guerra, sirvieron de modelo conocido como la Viena roja.

    Imagen generada por IA en relación al capítulo.

    En 1924 empezó para mí una nueva etapa al entrar en la escuela primaria. Este año los socialdemócratas cedieron a los partidos burgueses dejando el gobierno en manos de un prelado, Ignaz Seipel, quien de inmediato se puso a “recoger los escombros de la revolución”. El primer choque de dicho gobierno con la masa obrera ocurrió el 15 de julio de 1927 cuando miles de obreros se manifestaron contra la arbitraria absolución de los asesinos de dos obreros socialistas. El resultado fueron noventa muertos en las calles de Viena y la promesa del prelado canciller de “no permitir clemencia alguna”.

    Con diez años hubiese querido estar entre los manifestantes, imaginando cómo reaccionaría el público si me hubiese alcanzado una bala de la policía. Pero para tal acto heroico me faltaban los treinta y dos céntimos que costaba el tranvía.

    Hacía varios años que los socialdemócratas habían cedido el ministerio de educación a la derecha que no tardó en imponer el espíritu de la vieja monarquía exigiendo obediencia y sumisión a los superiores.

    De entonces data un episodio que demuestra la posición de mi familia en esa ciudad caracterizada por un tradicional antisemitismo. Con unos compañeros de clase nos burlamos de un muchacho judío ortodoxo atendiendo a su indumentaria y extraño peinado, gritándole una antigua frase de la que ignorábamos el significado: “¡Aidelach, Jidelach, hep-hep-hep!”.

    Al llegar a casa le conté a mi madre nuestra hazaña. Bastante azorada me explicó que nuestra familia tenía ascendencia judía y que la frase utilizada significaba “Jerusaleme est perdita”, recordando la invasión romana del 72 d.c. La sensación de sorpresa que me causó este incidente se mezclaba con cierta conciencia de pertenecer, a partir de entonces, a un grupo extraño, blanco de burlas como la que acaba de infligir al pobre muchacho ortodoxo.

    Desde pequeño rezaba oraciones cristianas, habiendo sido bautizado por un cura calvinista. Antes del nacimiento de mi hermano en 1912 mis padres habían decidido abandonar la religión mosaica.

    La inflación de la corona, moneda de la antigua monarquía, acabó en 1924 y la nueva moneda, el chelín, se cambió a razón de uno por mil. En el momento álgido de la inflación la gente corría al mercado después de cobrar el sueldo para prevenir la pérdida de valor.

    Hablando de fortunas, mis abuelos, inmigrados de su comunidad judía natal en 1860, y poseedores de un floreciente negocio de ropa en un céntrico edificio de cinco pisos lo perdieron todo a causa de los empréstitos de guerra, conservando únicamente la casa en que vivían.

    Con mi hermano, cinco años mayor que yo, pasamos temporadas de celos; yo siempre resultaba inferior en fuerza y saber mientras él debía ceder caricias y juguetes al pequeño. Le admiraba por su espontaneidad, su fuerza y sus progresos en la escuela, teniéndole siempre como modelo.

    La música siempre estuvo presente en mi infancia. Pasaba horas aporreando las teclas del piano tocando nostálgicas melodías. Mi padre tocaba el piano mientras cantaba las coplas napolitanas transcritas en Italia; mi madre también acompañaba con ese instrumento las lindas canciones aprendidas durante su estancia en Inglaterra. Debió ser entonces cuando nos mandaron a la ópera y nos extrañamos sobremanera porque durante la función apareció en escena un campesino siciliano que, de repente, se convertía en payaso; no nos habían prevenido que esa noche veríamos dos óperas diferentes.

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    UN LARGO VIAJE A TRAVÉS DEL REVUELTO SIGLO XX, Brigadista Internacional Austríaco Gerhard Hoffmann – 1.PREFACIO

    En el prefacio se explica como llegó a labrarse la publicación de esta obra en la que, el autor, nacido en Austria en 1917, explica un relato autobiográfico de sus vivencias del siglo XX marcado por la guerra, la dictadura y el exilio. El contacto con un celador y dos hermanos de Sant Boi lo hicieron posible.

    Es importante publicar estos escritos como un acto de justicia, especialmente en el contexto político y anímico actual de Europa.

    Octubre de 2008. Llega una mujer mayor en silla de ruedas al Hospital de Bellvitge. Parece que ha tenido una caída. Sus acompañantes, un voluntario y Gerhard Hoffmann, la escoltan hasta llegar a urgencias. No tarda en correrse la voz: son brigadistas internacionales. Ella, mujer de uno ya fallecido, y Gerhard, uno de los dos brigadistas austríacos que siguen con vida. Continúan instalados en la persistente y atenta mutación que exige la verdadera solidaridad de los perturbados[1]. Por eso están ahí. Saben y sienten la diferencia entre caridad y virtud. Mientras la caridad es momento de alivio, una reacción lúcida y certera, la virtud construye: es internacionalismo, humanismo marcado a perpetuidad. Son ellos, los conmovidos, testimonios vivos, médiums capaces de hacer ver al prójimo que aquellos que padecen la mayor de las injusticias son una posibilidad latente para todos nosotros. De ahí que pugnasen y pugnen aún deliberadamente por desembarazarse de la opción del desastre de la ortodoxia fascista como una vía política posible. Danzan vivaces por el hospital. Orgullosos, ataráxicos, meritorios de una muerte que los abrazará en breve. Ellos y todos los demás brigadistas han acudido a Cataluña desde sus distintos pueblos, pues se cumple el setenta aniversario de su multitudinaria despedida popular en Barcelona (28 de octubre de 1938). Diego, celador al que llega la noticia, corre presto en búsqueda de ellos, pues no quiere dejar pasar la posibilidad de saludarlos. En realidad, lo que anhela es contagiarse de la generosidad que todos ellos derrochan. Ciertamente siente que le va la vida en ello. Que tiene la oportunidad de dar un sentido transcendental al tatuaje que hace años se hizo en el hombro izquierdo: la estrella de tres puntas,el emblema de los brigadistas. En ocasiones, cuando está en su casa, lo mira en el espejo y siente cierta fuerza. La energía propia de todos aquellos voluntarios que acudieron a socorrer a la República en la última guerra romántica. Poetas, estudiantes, aventureros… Jóvenes solidarios que vinieron a España a luchar contra la oscuridad y el totalitarismo encarnando lo mejor del ser humano: la fraternidad, el sacrificio, los valores, la dignidad. Cuando Diego estuvo delante de Hoffmann se encontró ante un anciano de noventa y dos años. Alto y delgado. Su cuerpo había envejecido, contaba con las marcas propias del tiempo. Pero había algo que no había cambiado en aquel hombre. Eran sus ojos, su mirada. Sus pupilas aún conservaban la determinación, el idealismo y la fuerza de aquel joven que cruzó el río Ebro en 1938. Diego quiso comprobar por sí mismo si era cierto que aquellos ancianos eran brigadistas. Miró fijamente a Hoffmann, agarró el lado izquierdo de su chambra de celador y la deslizó firmemente hacia abajo. Apareció la estrella de tres puntas y los ojos del brigadista brillaron más que nunca. Gerhard informó al joven custodio de los actos de homenaje que se iban a suceder durante esos días, y le instó a que no dejara de acudir. Diego me relató muy emocionado lo sucedido y sentimos la obligación y la responsabilidad de ir juntos al próximo acto de homenaje que se iba a celebrar en Sitges. Fue mi primer contacto con Gerhard y con el colectivo de los brigadistas. Jamás olvidaré el momento en que ellos se levantaban como podían de sus sillas de ruedas para cantar el Himno de Riego.

    Diego y Hoffmann

    Diego, ya algo más sereno, quiso escribir y entregar una carta de agradecimiento a Gerhard. Había sentido un fuerte magnetismo hacia su ser y tenía la necesidad de intentar expresárselo mediante la palabra escrita. Quería agradecerle la lucha y el sacrificio. Quería que supiera de su puño y letra que aquellos valores e ideas universales por los que habían luchado en aquella batalla infatigable, habían calado. Así, con la misiva en mano, acudió Diego al último acto de homenaje que se iba a dar en Barcelona. Pudo allí disfrutar de un grupo de música que recreaba canciones republicanas. Observó como los ancianos brigadistas se levantaban, bailaban, alzaban con dignidad y orgullo el puño al cielo. Se quedó bloqueado por la emoción. Se quedó clavado junto a una columna, testigo consciente del alcance del momento único que estaba viviendo. Al ver a Hoffmann, lo miró, estiró su brazo nervioso y le entregó la carta. Le dijo estremecido que no la leyera ahora, que lo hiciera cuando llegara a Austria. Le dijo modestamente al entregársela que tan sólo era una carta de agradecimiento por haber venido a España a luchar con nosotros. Al poco rato pudo ver entre el grupo de ancianos a uno que se levantaba de su silla con un papel en la mano y que buscaba a alguien con nerviosismo. Era Gerardo. Las miradas, igual que en el hospital, se encontraron. Se dirigió presto, con lágrimas en los ojos, hacia la columna donde el joven celador se apoyaba, ya que las piernas no tenían la fuerza suficiente para sostenerle. Había leído el escrito que Diego le había entregado y no quería dejar correr la oportunidad de intercambiar unas palabras con él. Unas palabras llenas de humildad y sabiduría. Tras apremiarle a que le firmara el escrito, le pidió perdón por haber perdido la guerra, le dijo que ellos habían hecho todo lo posible, pero que no pudo ser. Después dijo algo que a Diego se le quedó grabado en el corazón. Le dijo que lo importante en la vida era “ser humanamente honrado”. Después se fundieron en un abrazo. Nunca más se volvieron a ver.

    Milena, Gerhard, Ibán y Angel

    Años más tarde, empujados por el recuerdo imborrable de esas jornadas vividas en Barcelona, yo y mi hermano Ángel visitamos a Gerd en su Austria natal. Lo hicimos no sin acudir antes al campo de concentración de Mauthausen, donde también teníamos pendiente una convocatoria ineludible con la historia. Allí estuvo preso Antoni Roig Llivi[2], un camarada barcelonés ya fallecido, al que tuvimos la oportunidad de conocer en persona años antes. Recorrimos apesadumbrados, a la vez que sagaces, todo el campo: los barracones, el crematorio, la cámara de gas, la cantera de piedra donde tantos y tantos reclusos fueron exterminados. Sin duda la visita supuso para nuestras almas una sacudida indigerible. Ya en el coche, con contados monosílabos saliendo de nuestras bocas, nos dirigimos hacia Markt Piesting, donde Gerhard Hoffmann pasó los últimos años de su vida junto a su compañera Milena. Allí nos recibió amistosa y animosamente con la bandera republicana luciendo en la fachada de su casita. Estaba pletórico con nuestra visita. Recuerdo perfectamente su figura saliendo a la calle con un enorme teléfono inalámbrico. Veía que no llegábamos y nos llamó preocupado. Recuerdo como al final de la jornada nos regaló los textos que presentamos en este volumen. Y lo hizo después de recibirnos, tras invitarnos a comer ciervo y compota de frutos rojos en un magnífico restaurante, tras comprarnos unos víveres y unas cervezas austríacas en un supermercado cercano. Pero ante todo y sobretodo, y aún después de la tragedia que él y toda su familia había padecido, lo hizo tras demostrar su virtuosa generosidad y humanidad, un verdadero espejo para todos nosotros.

    Hoy, tras custodiar durante estos años sus textos como oro en paño, podemos decir que con la publicación de sus escritos emprendemos desde el mundo editorial un acto de justicia superlativo. Aún más fundamental si cabe si tenemos en cuenta la actual situación política y anímica de la vieja Europa.  

    Ibán Arévalo

    Barcelona 26 de septiembre de 2016


    [1] Patočka, J., Ensayos heréticos sobre la filosofía de la historia, Barcelona, Ediciones Península, 1988, p.160.

    [2] Para conocer la historia de Antoni Roig Llivi, capturado en Mauthausen con el número de preso 5722 por apátrida español, ver: Arévalo, I., Clavero, J., Cornellà, J, Momblán, D. [Marc Santboià]. (2002). Antoni Roig, Persona íntegra i model de dignitat. Recuperado de https://youtu.be/f-yT_1ziTqo

    Antoni Roig, Persona íntegra i model de dignitat

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    Descubre la Historia de Gerhard Hoffmann, un Testimonio Vivo y un Viaje Inolvidable del Siglo XX

    Vive las memorias de Gerhard Hoffmann, un brigadista austríaco que documentó los eventos más significativos del siglo XX. Desde las trincheras de la Primera Guerra Mundial hasta la lucha contra el fascismo en la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, Hoffmann nos ofrece una perspectiva única y conmovedora de un siglo marcado por la guerra y la resistencia. Este libro no solo es un diario personal, sino también un homenaje a todos aquellos que lucharon por la libertad y la justicia. ¡No te pierdas esta obra imprescindible!

    🌍 Un Testimonio de Valor y Humanidad, algunos capítulos

    • La Tragedia del Isonzo: Una absurda matanza en vísperas de su nacimiento.
    • De la Escuela al Penitenciario: La vida de Hoffmann durante los años de entreguerras.
    • El Camino del Exilio: Su experiencia en los campos de refugiados y la ocupación alemana.
    • Liberté, Liberté, Chérie: La liberación y los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

    ✊ Un Homenaje a la Solidaridad Internacional

    Este libro no solo es un diario personal, sino también un homenaje a todos aquellos que lucharon por la libertad y la justicia. Hoffmann nos recuerda la importancia de la solidaridad y el sacrificio en tiempos de adversidad.

    📅 Disponible capítulo a capítulo en la web y en Libro.

    No te pierdas esta obra imprescindible que nos invita a reflexionar sobre nuestro pasado y a valorar los sacrificios de aquellos que lucharon por un mundo mejor. ¡Disponible en esta web y edición impresa!.

    📘 Autoría

    • Colección Memoria / Edita: Memorial Històric
    • Prefacio: Ibán Arévalo
    • Trascripción y revisión de textos: Cristina Hernando; Carles Vallejo
    • Fotografías: Archivos de acceso abierto, IAG y de libre distribución

    Dedicatoria de Gerhard Hoffman:

    En este reportaje he plasmado la suerte de un siglo. Con toda la simpatía que tengo para este gran pueblo español ¡Salud y República!

  • Alianza Cooperativa Internacional - Catalunya - Cooperativisme - Cooperativismo - història - Info Sant Boi - Info: 📰Noticies i 📚Memòria - memoria - Memoria Historica - proletariat - República - Rochdale

    La història del Cooperativisme (imatges de l’exposició de El Prat de Llobregat)

    *Para ver a tamaño original activar la opción con el botón derecho de “Abrir imagen en una pestaña nueva” 

    * Ubicación durante el mes de mayo del 2014:

  • Europa - història - Ida - identidad - Info Sant Boi - Info: 📰Noticies i 📚Memòria - memoria - Memoria Historica - pertenencia - Polonia

    Ida: memoria de la Polonia de la postguerra

    Pawel Pawlikowski es un director de cine polaco que se especializó en el género documental y pasó entre otros medios por la BBC.
    Después de peregrinar por Europa, y de recuperar un viejo guión acabó una película que ha sido laureada en Toronto, Gijón, Londres y Varsovia al mejor film internacional.
    Con componentes autobiográficos, Ida, título de la película en b/n, trata de una joven novicia católica que descubre sus orígenes Judíos. Se encuentra con la encantadora Wanda, su tía, que tiene un oscuro historial como abogada estalinista.
    La trama transcurre en la Polonia de principios de los años 60 dónde había cierto desarrollo cultural, como por ejemplo grupos de jazz en los que basa la banda sonora de la película.
    En el film se mezclan la limpieza que hizo el PC polaco con la población judía, el poso que dejó la terrible ocupación nazi, y la Polonia que surgía de la postguerra.

    “Siempre están presentes las dudas 

    sobre la identidad, la família, 
    la sangre, la pertenencia y la historia.”

    Trailer en castellano
    Trailer versión anglosajona