El año 2025 se aproxima con la elegancia de un elefante en una tienda de porcelana. Entre promesas electorales vacías, escándalos a la orden del día y una creciente dependencia de la tecnología, la escena política se perfila como un circo digno de estudio antropológico (y de una buena dosis de antidepresivos). Prepárense, porque el espectáculo está a punto de comenzar.
IA: ¿El nuevo gurú político?
Reconciliación por las fiestas de fin de año. 2024 AI
La inteligencia artificial, esa maravilla tecnológica que nos promete un futuro automatizado y eficiente, también se ha colado en el mundo de la política. ¿Microtargeting más preciso? ¡Hecho! ¿Análisis de sentimientos para ajustar el discurso? ¡Listo! Parece que los algoritmos son los nuevos estrategas, capaces de predecir con una precisión inquietante (o quizás no tanto) el voto de la población. ¿Será que los políticos, incapaces de conectar con la gente de forma orgánica, han encontrado en la IA su nuevo mesías? La pregunta es: ¿qué tan ético es manipular la opinión pública con la ayuda de un robot?
Por otro lado, la IA también presenta sus limitaciones. ¿Qué pasa cuando el algoritmo se equivoca? ¿Quién asume la responsabilidad de un resultado electoral catastrófico generado por un programa informático? La respuesta, como suele ocurrir en política, es probablemente “nadie”. La IA, al igual que las promesas políticas, es una herramienta poderosa que puede ser usada para el bien o para el mal, dependiendo de quién la controle (y de cuánto dinero tenga para invertir en ella).
Y finalmente, no olvidemos el factor humano. Los algoritmos, por muy sofisticados que sean, no pueden reemplazar la intuición, la empatía y el carisma (o la falta de él) de un político de carne y hueso. La IA puede ser una herramienta útil, pero no un sustituto del contacto directo con el electorado. A menos, claro, que estemos hablando de una campaña política dirigida exclusivamente a robots. ¿Alguien ha visto un robot votando?
Políticos Patosos: ¡Un clásico!
La IA que nos puede unir (Biden y Trump). By @arikuschnir
Los políticos patosos, esos seres de otro planeta que parecen haber salido de una película de comedia de bajo presupuesto, siguen siendo una constante en el panorama político. Sus meteduras de pata, sus gazapos lingüísticos y sus declaraciones desatinadas nos regalan momentos memorables (sobre todo para los que disfrutan del sufrimiento ajeno). Son el condimento perfecto para una campaña electoral, una especie de espectáculo paralelo que nos distrae de la verdadera gravedad de la situación.
Este año, la cosecha de políticos patosos promete ser abundante. Ya se vislumbran algunos candidatos con una capacidad innata para decir lo incorrecto en el momento menos oportuno. Sus entrevistas, sus discursos y sus tuits se convertirán en material de estudio para futuros politólogos (y en memes virales para el resto de la población). La pregunta es: ¿son estos patinazos genuinos o una estrategia calculada para generar publicidad gratuita? Probablemente, una mezcla de ambas.
En definitiva, los políticos patosos son un recordatorio de que, a pesar de la tecnología y las estrategias sofisticadas, la condición humana sigue siendo un factor impredecible en la política. Son un espectáculo, sí, pero un espectáculo que nos recuerda que detrás de la solemnidad y el poder, también hay torpeza, ingenuidad y una buena dosis de mala suerte.
Parodias: La risa (amarga) del 2025
International Political Rock. 2024 AI by @RART.
Las parodias políticas son una forma de resistencia, una válvula de escape para la frustración y la indignación que genera la realidad política. En 2025, la oferta de parodias promete ser tan abundante como la de candidatos. Desde los memes virales hasta los sketches televisivos, el humor se convertirá en un arma poderosa para criticar, satirizar y, sobre todo, reírse de la situación.
La sátira política es un reflejo de la sociedad, una manera de procesar la información y expresar opiniones que, a veces, no pueden ser expresadas de forma directa. Las parodias nos permiten reírnos de los políticos, de sus discursos vacíos y de sus promesas incumplidas, pero también nos permiten reflexionar sobre la complejidad del sistema político y la responsabilidad ciudadana.
Pero la risa, como suele ocurrir, puede ser amarga. La parodia, aunque divertida, no puede resolver los problemas reales que aquejan a la sociedad. Es una herramienta poderosa, sí, pero solo una herramienta más en la lucha por un futuro mejor. O, al menos, un futuro menos patético.
¿Futuro incierto? ¡Qué sorpresa!
International Political Music 2014. AI by @arikuschnir
El futuro político de 2025 es, como siempre, incierto. La combinación de IA, políticos patosos y parodias crea un cóctel explosivo, impredecible y, sinceramente, bastante entretenido. ¿Qué política saldrá de las elecciones? ¿Qué escándalos saldrán a la luz? ¿Qué nuevas meteduras de pata nos regalarán nuestros queridos políticos? Solo el tiempo lo dirá.
La única certeza es que el año 2025 será un año lleno de sorpresas, giros inesperados y momentos que quedarán grabados en la memoria colectiva (sobre todo gracias a las redes sociales). Prepárense para el caos, para la incertidumbre y, sobre todo, para reírse un poco (o mucho) de la situación. Porque si algo nos enseña la política, es que el humor es la mejor arma contra la desesperación.
Y si al final del día todo resulta un desastre, siempre nos quedarán los memes. Al menos, eso es lo que nos queda para consolar nuestra decepción en un futuro que se presenta tan impredecible como el humor de un político en campaña.
En resumen, 2025 se perfila como un año político tan caótico como fascinante. Abróchense los cinturones, porque el viaje promete ser turbulento, lleno de risas, indignación y, quién sabe, quizás alguna que otra sorpresa positiva. ¡Que empiece el espectáculo!
* El post ha ido una idea orginal de la redacción, se ha utilizado la IA para desarrollarlo, y se ha tenido un control y una revisión humana.
La intel·ligència artificial (IA) està revolucionant la indústria de l’àudio digital, oferint noves possibilitats creatives per generar efectes, veus i música. Des de la síntesi bàsica fins a la composició orquestral complexa, la IA està deixant una empremta indeleble en com creem i experimentem el so. Aquest article explorarà la breu història de la música sintètica, les aplicacions actuals de la IA a l’àudio digital, i les tendències que modelen el futur d’aquest camp en evolució constant.
Breu històrica de la música sintètica: MIDI i WAVE
La música sintètica ha recorregut un llarg camí des dels inicis. Els primers intents es basaven en la manipulació electrònica de sons pregravats, un procés laboriós i limitat. El sorgiment del MIDI (Musical Instrument Digital Interface) a la dècada de 1980 va marcar un punt d’inflexió, permetent la comunicació digital entre instruments i ordinadors, obrint la porta a la creació de música electrònica més complexa i flexible. MIDI se centrava en el control de paràmetres, no pas en el so en si.
L’arribada del format WAVE, un estàndard per a l’emmagatzematge d’àudio digital en forma de mostres, va suposar un altre avenç significatiu. WAVE permetia l’enregistrament i la manipulació de sons reals, oferint una major riquesa i realisme en comparació dels sons purament sintètics de les primeres etapes. La combinació de MIDI i WAVE va permetre als músics crear música amb una gamma molt més àmplia de possibilitats, fusionant la precisió del control MIDI amb la calidesa i textura de les mostres d’àudio.
Tot i això, la creació i edició de música amb MIDI i WAVE seguia sent un procés que requeria un alt nivell d’habilitat tècnica i coneixement. La programació de seqüències MIDI i l’edició de fitxers WAVE eren tasques complexes que limitaven l’accessibilitat de la creació musical a un públic especialitzat. L’aparició de la IA promet canviar dràsticament aquest panorama, democratitzant el procés creatiu i posant la potència de la síntesi musical a l’abast d’un públic més ampli.
Les aplicacions de l’àudio digital: efectes, veus i música
L’àudio digital inclou una àmplia gamma d’aplicacions, des de la producció musical fins a la postproducció de cinema i televisió. A la música, els efectes digitals són essencials per a la creació de paisatges sonors únics i la millora de la qualitat del so. Des de reverberacions i delais fins a distorsions i equalitzacions, la manipulació digital de l’àudio permet als productors esculpir el so al seu gust. La creació de veus digitals també és una aplicació clau, amb sintetitzadors vocals que ofereixen una varietat de sons, des de veus robòtiques fins a imitacions realistes de la veu humana.
La generació de música també es beneficia enormement de làudio digital. Les eines dedició dàudio digital (DAW) permeten als compositors crear, editar i barrejar música amb una precisió i flexibilitat sense precedents. La capacitat de manipular individualment cada nota, instrument i efecte obre un univers de possibilitats creatives. La integració de biblioteques de samples i loops facilita la creació de música fins i tot per a aquells sense formació musical formal. La versatilitat i l’eficiència de l’àudio digital ha revolucionat la indústria musical.
No obstant això, la creació defectes, veus i música dalta qualitat encara requereix temps, experiència i un coneixement profund de les eines dàudio digital. La IA promet simplificar aquests processos, automatitzant tasques complexes i oferint noves eines creatives que amplien les possibilitats de l’àudio digital per a tothom.
Els efectes i sons generats per Intel·ligència Artificial
La IA transforma la generació d’efectes i sons digitals. Algorismes daprenentatge automàtic poden analitzar grans conjunts de dades dàudio per identificar patrons i generar nous sons amb característiques específiques. Això permet crear efectes únics i innovadors que serien impossibles d’aconseguir amb mètodes tradicionals. Per exemple, la IA pot generar textures sonores complexes, efectes de transició fluids i sons ambientals realistes.
Els models generatius d’IA, com ara les xarxes neuronals adversàries generatives (GAN), són particularment útils per a la creació de sons realistes. Aquests models poden aprendre a imitar el so dinstruments musicals específics, efectes destudi clàssics o fins i tot sons ambientals complexos. La capacitat de generar sons realistes és crucial per a la creació de música i efectes especials en pel·lícules i videojocs. La IA també pot ajudar a automatitzar tasques tedioses com la neteja de soroll i la restauració d’enregistraments antics.
La capacitat de la IA per generar efectes i sons personalitzats obre noves possibilitats creatives per als músics i dissenyadors de so. Es poden generar sons completament nous i únics, sense estar limitats per les limitacions dels instruments tradicionals o les tècniques de gravació convencionals. Aquesta capacitat de generar sons “fora del comú” està impulsant la innovació i l’experimentació en la creació de música i efectes sonors.
Les veus generades per Intel·ligència Artificial
La generació de veus sintètiques mitjançant IA ha avançat significativament en els darrers anys. Els sistemes de síntesi de veu basats en IA poden generar veus realistes i expressives, amb la capacitat d’imitar diferents accents, tons i emocions. Aquestes tecnologies es fan servir en una àmplia gamma d’aplicacions, des d’assistents virtuals fins a doblatge de pel·lícules i videojocs. La precisió i la naturalitat de les veus generades per IA estan millorant constantment.
Una de les aplicacions més prometedores de la IA a la generació de veus és la creació de veus personalitzades. Els models d’IA poden aprendre a imitar la veu d’una persona específica a partir d’una mostra relativament petita d’àudio, cosa que permet la creació de veus digitals personalitzades per a diverses aplicacions, com la creació d’audiollibres o la generació de contingut personalitzat. Això també facilita l’accessibilitat per a persones amb discapacitats de parla.
Tot i això, la generació de veus per IA també presenta desafiaments ètics i legals. La possibilitat de crear veus falses o imitacions de la veu d’una persona sense el consentiment planteja preocupacions sobre el mal ús d’aquesta tecnologia. És crucial desenvolupar regulacions i protocols per garantir lús ètic i responsable de la IA en la generació de veus. La transcripció precisa d’àudio a text també és un camp en desenvolupament constant gràcies a la IA.
La música generada per Intel·ligència Artificial
La IA està obrint noves fronteres a la composició musical. Els algorismes de IA poden generar melodies, harmonies i ritmes, creant peces musicals completes amb diferents estils i gèneres. Alguns sistemes d’IA poden fins i tot compondre música en col·laboració amb humans, aprenent preferències i l’estil del compositeur. Això permet als compositors explorar noves idees i superar les limitacions de la pròpia creativitat.
La IA pot ser una eina poderosa per a la creació de música de fons per a videojocs, pel·lícules o anuncis. Podeu generar ràpidament una gran quantitat de música adaptada a diferents escenes o estats dànim. La IA també pot ajudar els compositors a superar el bloqueig creatiu, proporcionant noves idees i variacions musicals. La generació de música per IA pot ser una eina valuosa per a l’educació musical i permet als estudiants explorar diferents estils i tècniques de composició.
La música generada per IA encara està en desenvolupament, però el potencial és enorme. A mesura que la tecnologia millori, podem esperar veure una integració més gran de la IA en el procés creatiu musical, portant a noves formes d’expressió artística i col·laboració entre humans i màquines. La capacitat de generar versions originals de música, adaptant el tune a diferents estils, obre un univers de possibilitats per a músics i compositors.
Les tendències de la IA a les aplicacions de so digital
Les tendències actuals en l’aplicació de la IA al so digital apunten cap a una major integració de la IA a les eines de producció musical i d’àudio. S’espera una automatització més gran de tasques repetitives, com la neteja d’àudio, l’equalització i la barreja, alliberant temps perquè els professionals es concentrin en aspectes creatius més complexos. La col·laboració entre humans i IA esdevindrà la norma, amb la IA actuant com una eina de suport per a la creativitat humana.
La personalització de lexperiència musical és una altra tendència important. La IA podrà generar música adaptada a les preferències individuals de cada usuari, creant experiències auditives úniques i personalitzades. La generació de música interactiva, on la IA respon en temps real a les accions de l’usuari, també està guanyant terreny. Això obre noves possibilitats per a la creació de jocs musicals i experiències immersives.
Finalment, l’ètica i la transparència en l’ús de la IA a la producció musical són cada cop més importants. Calen eines i protocols per garantir que la IA s’utilitzi de manera responsable i ètica, evitant el plagi i protegint els drets d’autor. La transparència en l’ús de la IA en la creació musical serà crucial per a l’acceptació i l’adopció generalitzada d’aquesta tecnologia.
La IA està transformant la manera com creem, experimentem i consumim el so. Des de la generació d‟efectes realistes fins a la composició de música complexa, la IA ofereix noves possibilitats creatives que estan redefinint la indústria de l‟àudio digital. Si bé hi ha desafiaments ètics i tècnics per abordar, el futur de la IA en la generació d’efectes, veus i música digitals és brillant i promet una era d’innovació sense precedents. La combinació de la creativitat humana i la potència de la IA donarà lloc a una nova era daurada per a la música i l’àudio digital.
L’Ateneo Libertario recull una exposició sobre ‘Balbina Pí i Sanllehy’, una dona avançada al seu temps de lluites i reivindacions socials on no n’hi havia ni sistema de salut ni educació pública i sí plena explotació a un poble molt empobrit. Aquesta exposició s’origina a l’Institut Català de la Dona coincidint al 2023 amb el 50è aniversari de la seva mort. l’Institut Català de la Dona va dedicar una exposició a la seva memòria, que es portarà a Sant Boi durant la Fira de desembre a l’Ateneo Libertario de Sant Boi de Llobregat. En aquesta primera mostra de la sanboiana anarquista es van realitzar activitats i el seu reconeixement: xerrades, exposicions i la creació d’una alfombra floral en honor a Balbina, a més de promoure la denominació d’un carrer o plaça amb el seu nom.
Sant Boi homenatja Balbina Pí i Sanllehy, icona de l’anarcosindicalisme català
Balbina Pí i Sanllehy, nascuda a Sant Boi de Llobregat el 1896, va ser una figura clau de l’anarcosindicalisme català i una defensora incansable dels drets de les dones i de la classe treballadora. La seva vida, marcada per la lluita social i la passió per la justícia, la converteix en una icona de la història obrera catalana.
Els inicis d’una revolucionària
Des de molt jove, Balbina va mostrar una consciència social molt aguda. Com a treballadora tèxtil a Sabadell, va presenciar de primera mà les injustícies i les precàries condicions laborals a les quals estaven sotmeses les dones obreres. Aquesta realitat la va impulsar a unir-se a les files de la Confederació Nacional del Treball (CNT), on aviat es va destacar com una oradora carismàtica i una organitzadora nata.
Una veu poderosa
La seva participació en la vaga general de 1917 va ser un punt d’inflexió en la seva trajectòria. Amb el seu discurs enèrgic i contundent, va aconseguir mobilitzar a milers de treballadores i treballadors, demostrant una capacitat de lideratge excepcional. A partir d’aquell moment, Balbina es va convertir en una figura destacada del moviment anarcosindicalista, col·laborant en nombroses publicacions i organitzant múltiples actes i manifestacions.
Feminisme i anarquisme: una combinació explosiva
Balbina va ser una de les primeres dones a ocupar llocs de responsabilitat en el moviment obrer. La seva lluita no es limitava a les reivindicacions laborals, sinó que també incloïa la defensa dels drets de les dones. Conscient de les múltiples opressions que patien les dones treballadores, va promoure la creació d’organitzacions específiques per a la defensa dels seus interessos.
L’exili
La victòria del franquisme va obligar Balbina a exiliar-se a França, on va continuar la seva activitat política i cultural. Malgrat les dificultats, va participar en xarxes de solidaritat amb els presos polítics i va col·laborar en diverses publicacions exiliades.
La mort de Balbina Pí i Sanllehy el 1973 va ser una gran pèrdua per al moviment obrer. No obstant això, el seu llegat continua viu i inspira a les noves generacions. La seva vida ens recorda la importància de la lluita col·lectiva, la necessitat de defensar els drets de les persones més vulnerables i la importància de construir una societat més justa i igualitària.
Els Sanllehy a Sant Boi
L’Arxiu Històric Municipal de Sant Boi va compartir, mitjançant una consulta per Facebook, una informació que va despertar la curiositat local: un registre del padró del 1924 on apareix Balbina Pí i Sanllehy residint al carrer de la Plana, acompanyada de la seva família.
Segons el padró del 1924, Balbina convivia a Sant Boi amb el seu marit, Gonçal Soler i Bernabeu, i les seves tres filles: Teresa Rebull, una reconeguda cantant, i dues filles més. I la seva germana, Magdalena. Aquest nucli familiar ens revela un aspecte més íntim de la vida de Balbina, allunyat de la seva faceta com activista política.
No es van poder establir altres vincles amb altres veïns de la ciutat amb el mateix cognom per manca de registres documentals.
La filla de Balbina Pí i Sanllehy, la cantant Teresa Rebull
La cantautora Teresa Rebull, filla de la destacada anarquista Balbina Pí i Sanllehy, va heretar de sa mare no només el cognom sinó també la passió per la justícia social i la lluita pels drets. Cançons com L’Estrella o El Vent són un clar exemple de com Teresa va convertir la música en una arma per denunciar les injustícies i reivindicar els drets de les dones. La relació entre mare i filla, marcada per la repressió franquista i l’exili, es va forjar en la clandestinitat i en la lluita conjunta per un món més just. Avui, les seves veus continuen ressonant, inspirant a noves generacions a seguir lluitant pels seus ideals.
Se li va dedicar un programa de la sèrie de radio “MEMÒRIA I PATRIMONI” amb una entrevista al responsable de l’Arxiu Històric de Sant Boi de Llobregat Carles Serret: https://go.ivoox.com/rf/48835200
ATENEO LIBERTARIO SANT BOI – PURÍSSIMA 2024. Local Joan Bardina, 25
Esposició del 2 al 8 de desembre, entre les 10-13H i les 17-20H, del 50è aniversari de Balbina Pi i Sanllehy (Sant Boi LLobregat 1896 – Perpinyà 1973). Treballadora tèxtil, anarcosindicalista i feminista. > Presentació a càrrec de l’Isabel Segura i Soriano, historiadora en l’àmbit feminista, i Roser Pineda, grafista i disennyadora
Cinema, dissabte 7-12 i diumenge 8-16 a les 18H: 1984 i L’estratègia del cargol
El autor relata sus experiencias en Managua (Nicaragua, 1987), donde comienza una nueva vida y encuentra una nueva patria. Destaca la pobreza y la devastación tras el terremoto de 1972 que compara con las del 1945 de Berlín y Viena. Al igual que la solidaridad con la Guerra Civil.
Managua, 25 de octubre de 1987
Cuando empieza el día en la capital nicaragüense, a las seis de la madrugada, se moviliza un mundo tal de vendedores que uno se pregunta ¿quién queda para comprar sus mercancías? Viejos y niños buscan comida entre los desperdicios, las mujeres piden limosna con los bebés en brazos. En el centro de la ciudad hay docenas de casas derruidas por el terremoto de Navidad de 1972, se han esfumado los fondos aportados por el mundo para subsanar los daños. Me recuerda Berlín o Viena en 1945 ¡la bien conocida miseria que acompaña a la guerra! Qué bien recordamos nuestras ciudades en los años de posguerra. Caminando por las calles se me acerca un viejo, no pide nada, sólo me mira y casi sin abrir la boca susurra: “we are hungry” (tenemos hambre).
Imagen Generada por IA a través de este capítulo
Entre estas tristes escenas se mueven docenas de jóvenes de piel muy blanca, con el pelo rubio moviéndose con la leve brisa tropical. Los brigadistas procedentes de todos los continentes se mueven algo perdidos en ese ambiente, dispuestos a aportar su ayuda de la forma que sea.
Confían en el porvenir de la Nicaragua sandinista [1]. Estos muchachos y muchachas, con sus mochilas a la espalda, han trabajado un año, han ahorrado los dólares, marcos, libras esterlinas y pesetas para sacar este añorado billete para coger el vuelo de Managua y pasar sus vacaciones trabajando en una empresa que no les reporta ningún beneficio material.
Permítaseme recordar que en este desdichado siglo son dos los acontecimientos que han movilizado al mundo en un movimiento de solidaridad colectiva: la Guerra de España y la Revolución Sandinista de Nicaragua.
[1] La historia de Nicaragua desde la Revolución Sandinista ha sido marcada por la lucha por el poder, las reformas sociales, la guerra civil, la transición a la democracia y, en los últimos años, por una creciente polarización política y una crisis económica.
El autor relata su experiencia en Alemania tras la Segunda Guerra Mundial en sus tareas con el ejército americano. Ve en Alemania, “país vencido y ocupado”, una población aturdida en las estaciones del tren, los horrores de la guerra, así como los últimos crímenes de las SS.
Con fecha de 8 de junio de 1944 anoté en mi diario:
Imagen Generada por IA
“El tercer día de la gran batalla en Normandía, el enorme matadero humano. La guerra está en la fase final y me instan a coger las armas ¿Contra quién? ¿Contra esos muchachos alemanes que desean que acabe la guerra? ¿Para quién? ¿Para esos jóvenes venidos del Nuevo Mundo y de Inglaterra que también aspiran a que vuelva a reinar la paz? Dentro de poco Alemania será vencida y ocupada; sabemos de sobra lo que significa una guerra perdida: miseria, hambre, desesperación. Habrá tratados de paz bajo el dictado de los implacables vencedores, nuevas fronteras, contribuciones, ocupación militar, los supervivientes se refugiaran en barracas al lado de sus casas en ruinas. La soberbia de los años de victoria será duramente castigada ¿Quién se acordará del afable corazón que palpita bajo el uniforme gris? A su madre no le preocupa ni gloria, ni honor, ni la grandeza de la nación. Oigo los discursos de los políticos guiando a los abatidos por esa triste vida de posguerra”.
Sesenta y cinco años después de que Alemania se hundiese en un mar de sangre, escombros y miseria, redescubrí unas fotos que había tomado entonces de las horrorosas escenas que presenciaba durante mi servicio en el ejército de los Estados Unidos.
Mi paso por aquella Alemania en ruinas, vencida, hambrienta y acobardada, en febrero y marzo de 1945, no se asemeja en nada a la de mis visitas posteriores a la Alemania recuperada.
Por una serie de coincidencias y sucesos me vi llevando el uniforme del ejército americano, alistado como súbdito español y con una documentación falsa que me habían proporcionado en la Francia ocupada. Habían transcurrido siete años desde mi salida de Austria y poco más de cinco de la derrota de Francia y su humillante ocupación por la Wehrmacht. Como es lógico los sentimientos de los vencedores hacia los perdedores no eran benévolos.
Al entrar en Aquisgrán, el jeep de nuestra unidad del ejército norteamericano tuvo que serpentear entre cráteres dejados por las bombas recién caídas sobre la ciudad, apenas nivelados con gravilla; veíamos edificio derrumbados a lo largo de las carreteras, los tranvías convertidos en chatarra y los raíles retorcidos y levantados. Ni un edificio había escapado de las bombas. Estaba anocheciendo, las calles desiertas, no se veía señal de vida alguna ¿dónde vivían los moradores de esta ciudad? nos preguntábamos.
Imagen Generada por IA
Los cinco ocupantes del jeep estábamos callados, pensando “Aquí está enterrada Aquisgrán”. En el tercer piso de una casa se vislumbraba una débil luz tras una ventana sin cristales, con un paño colgando en su lugar. La casa permanecía en pie pero con varios huecos causados por el bombardeo y con los cristales de las ventanas rotos; reinaba una tenebrosa calma.
Se nos asignó un hotel de lujo como cuartel, pero era un edificio sin techo y para entrar tuvimos que mover una ametralladora y el cuerpo del soldado que había muerto usándola.
Había vivido varias derrotas militares: la de la Austria ocupada por la Wehrmacht en marzo de 1938, la de la República española en marzo de 1939, la de la Francia vencida en 1940; cada una de ellas dejando tras de sí un sinfín de miseria humana. Pero esta no se parecía a ninguna de ellas, parecía la respuesta a la Guerra Total de Josef Goebbels: “el derrumbe total”. En aquel momento me parecía que el descalabro se había consumado.
En una plaza se reunieron varias personas ante un comunicado del alto mando del ejército norteamericano firmado por el comandante en jefe, general Dwight Eisenhower, en el cual no se dejaban dudas sobre las intenciones de los vencedores: Alemania era declarada “país vencido y ocupado”. La prensa americana exhortaba a las autoridades de ocupación aliadas a utilizar un lenguaje sin miramientos.
Se ordenaba entregar las armas, los aparatos fotográficos, las radios… prohibiéndose salir a la calle después de anochecer. Los ciudadanos lo leían atentos y silenciosos. El documento estaba escrito en un alemán corriente pero con un estilo diferente al acostumbrado, el tono y los términos eran nuevos, no eran los que utilizaban las autoridades del Reich. Al poco rato la gente se dispersó sin comentarios, en calma y disciplinadamente, como suelen hacer con las cosas oficiales.
A nosotros, que formábamos parte del ejército americano, se nos prohibía cualquier contacto con la población civil, la famosa “non fraternization”. Corrían rumores de soldados aliados estrangulados de noche por fanáticos seguidores de Adolf Hitler, sobre francotiradores y sobre pozos envenenados y otros sucesos alarmantes.
Sin embargo me tentaba aprovechar la oportunidad de hablar mi lengua materna, así que decidí ir a ver a un relojero que ofrecía sus servicios mediante un papelito pegado sobre un tablón. Antes de ir a verle, como precaución, encargué a un compañero que avisara a la Military Police en caso de que no volviese en el plazo de una hora.
La familia del relojero vivía en una casa medio derruida; estaban reunidos alrededor de una mesa en la cocina. Eran gente modesta, me saludaron gentilmente declarándose felices de que hubiese terminado el aquelarre de la guerra. Según decía, el relojero era un viejo socialdemócrata. La mujer me ofreció una taza de café, ersatz[1] lógicamente, y el relojero arregló mi reloj sin pedir dinero a cambio (los Reichsmark ya no valían y aún no circulaba la nueva moneda de los vencedores). Sobra decir que regresé sano y salvo al cuartel.
En la cantina militar de los americanos se comía abundantemente (ese había sido el motivo principal para alistarnos) y los niños alemanes hacían cola para ver si les tocaba algún desperdicio dejado por los soldados. Los GI –Government Issu (propiedad del gobierno, según expresión utilizada por el personal militar) desconocían el hambre y no prestaban mucha atención a esos niños necesitados. Uno de los soldados tiró su ración a la basura casi sin tocarla, a la vista de los niños que observaban con ojos hambrientos como comían los soldados americanos. Por cierto, este fue un caso excepcional, generalmente los soldados eran más bien generosos.
Relaciones Y Comunicados A Los Alemanes. Generada por IA
Otra vivencia de aquellos días digna de ser narrada:
Un día llegó a la estación uno de esos largos trenes militares con su guardia, compuesta por soldados puertorriqueños. Al enterarme de que hablaban español les invité a tomar algo en nuestra cantina, algo normal con el personal de paso, pero el cantinero se puso bravo y les prohibió entrar por tener la piel oscura. Protesté, llamé a nuestro oficial, pero todo fue en vano, de nada me sirvió hacer valer nuestra lucha contra el racismo nazi. “Tiene usted razón pero así es nuestra sociedad” me dijo.
Compré una moto BMW. Al vendérmela el dueño manifestó: “Nosotros nunca más volveremos a tener gasolina para ir en moto…” y yo corría por las maravillosas autopistas casi vacías, orgullo de la Gross-deutschland[2], donde sólo encontré esporádicamente algún jeep americano.
Berlin Arrasada. La Mayor devastación de toda la guerra.
Esto pasaba a principios de abril de 1945, pocos días antes de la derrota oficial; Hitler aún no se había suicidado, la Wehrmacht resistía en Berlín, millones de personas desplazadas de todas las nacionalidades, mayoritariamente alemanes, pululaban por las ciudades reducidas a escombros en busca de un lugar donde seguir viviendo, aunque fuese sólo con un pedazo de pan para comer y una manta para cubrirse contra las inclemencias del tiempo primaveral.
En la parte oriental del país, aún no alcanzada por las tropas aliadas y bajo rígido control nazi, aquel mes de abril de 1945 tenían lugar los crímenes más horrorosos del régimen nacionalsocialista. Las SS arrastraban largas escoltas de miles de esqueletos humanos de un campo de concentración a otro, matando salvajemente a quien caía a lo largo del calvario sin fuerza para seguir adelante. Eran judíos, rusos, gitanos, pero también gente de otras nacionalidades, entre ellos no pocos republicanos españoles. Los que no murieron en ese infernal desfile fueron liberados pocos días después. Pero no pocos de los supervivientes murieron al no poder digerir lo que les dieron de comer sus libertadores.
El Último Aquelarre De Las SS En El Berlin Oriental. Imagen Generada por IA
El aquelarre alemán apenas dejaba esperanzas para un futuro en paz en Europa.
Ese mes de abril de 1945 resonó el trueno de los cañones desde la otra orilla del Rin ¿A quién se le ocurrió dispararlos en una situación tan desesperada? Pero el puente siguió en pie, el famoso Puente Adolf Hitler, último obstáculo para el avance aliado. Se preveía que lo volarían en cuanto las últimas tropas alemanas hubiesen cruzado al otro lado pero no sucedía nada y el puente quedó intacto. Al pasarlo, los soldados abandonaban las bicicletas que se habían apropiado para facilitar la fuga y que se amontonaban en la orilla del rio.
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El 12 de abril se nos convocó a un acto patriótico desconocido hasta el momento: formar frente a la bandera americana en honor del presidente Rooselvet que acababa de morir. Parecía que había aguantado hasta cumplir su tarea. Rompimos filas quedando pensativos: ¿Qué tipo de presidente nos tocará ahora al comenzar la era de la paz?
En plena calle una rubia nos invitó discretamente a seguirla. Olvidamos las advertencias de los oficiales, los GI estrangulados, los pozos envenenados… y la chica nos guió hasta un edificio medio hundido, subimos una escalera apenas transitable y entramos en una sala más bien acogedora donde había tres muchachas reunidas; nos sirvieron vino y galletas sin pedirnos nada a cambio. Eran chicas curiosas por saber cómo éramos los americanos, nada más.
En la estación de ferrocarril se había desescombrado una sola vía a través de un montón de hierros torcidos y de los despojos causados por los bombardeos. Por allí pasaban los largos trenes con armamento y las mercancías para los ejércitos aliados que nuestra unidad se encargaba de distribuir a sus respectivos destinos.
Entre tanques y cañones, apretados entre enormes cajas de contenido desconocido y mercancías militares de toda clase, se apiñaban miles de personas que huían, esta vez la mayoría eran alemanes. Con cada tren llegaban centenares de refugiados y los GI escogían chicas jóvenes y les ofrecían chocolate con la esperanza de poder pasar un rato con ellas. No eran pocas las que aceptaban ya que no tenían nada que perder, tenían hambre y no sabían dónde pasar la noche (¿dónde la pasarían los soldados?) ni dónde ir para huir del avance soviético.
Una chica rubia de unos diecisiete años me contó que, tras perder a los suyos en la huida, fue hospedada por un hombre vestido con un extraño pijama –era un prisionero recién liberado de un campo de concentración- que le pidió algo que ella no comprendía; parece ser que él tampoco comprendió la reacción de la chica. Finalmente buscó otro lugar hasta que la coloqué en uno de los trenes que salían hacia occidente.
Una anciana bien vestida con una niña de unos seis o siete años estaba sentada sobre sus maletas en medio de la estación, obviamente desorientada y sin saber qué hacer.
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Había soldados mutilados vistiendo el uniforme de la Wehrmacht, así como personal que se había alejado de su formación militar por cualquier motivo. Había quien iba a reunirse con su familia y otros muchos que no sabían dónde habían ido los suyos al acercarse los rusos. Uno vestido con el uniforme gris de la Wehrmacht aseguraba ser medio judío, sentirse muy alemán y haber ido a la guerra con entusiasmo.
Otros vestían su especie de pijama, recién liberados de un campo de concentración; ninguno de ellos estaba dispuesto a revelar sus vivencias.
Había trenes con prisioneros de guerra rusos liberados, camino de su patria, con grandes carteles de Stalin adornando los vagones, cantando canciones de guerra, riendo y bailando, felices de regresar a su patria, esperando una calurosa acogida de su pueblo por haber escapado de las vejaciones del enemigo.
Y otros trenes, con vagones de ganado llenos de soldados alemanes que acababan de ser hechos prisioneros, camino de uno de los campos instalados por los aliados. En la espalda de sus uniformes se había marcado con tinta imborrable “PW, Prisoner of War”. En medio de ese caos estaban los afortunados que sobrevivieron en sus propias casas, aunque tenían cortadas las fuentes de aprovisionamiento, sin luz, ni agua, ni calefacción y con los hijos caídos o prisioneros en tierras lejanas.
En .los apuntes que guardo de aquellos meses encuentro esta frase:
“Alemania vencida ¿Cuántas generaciones pasarán hasta que este pueblo vuelva a recuperar la normalidad? En vista de la miseria y del caos estamos convencidos de que serán muchas”
El autor describe la liberación y celebración de Bruselas, tras su viaje desde Vierzon a París, sus experiencias laborales con las tropas inglesas y americanas hacia Alemania, y conocer el drama que las SS fue quien deportó a su madre al campo de Auschwitz poco antes de su liberación.
El viaje desde el recién liberado Vierzon hasta París no resultaba nada fácil, a través de un territorio donde reinaba una mezcla de anarquía y delirio de redescubierta libertad, típica de las revoluciones triunfantes: se requería un laissez-passer, un permiso especial para el tren y, desde luego, un tren que funcionase. Llegué a un París recién liberado con las huellas de los combates todavía presentes como, por ejemplo, la huella de un cuerpo humano marcada en el suelo con piedrecitas y un papel en el que una hija señalaba donde había muerto su padre, caído durante las refriegas de la retirada de la Wehrmacht.
Los alemanes censaron más de 150000 judíos en ParísBombardeo de París al inicio de la invasión NaziBombardeo de París por la RAF antes de su liberaciónParís asoladoParís ocupada
Me hospedaron en el cuartel de una unidad de resistencia española dándome un papelito que me autorizaba a circular fuera de París y que falsifiqué para dirigirme a Bruselas. Llegué a Tourcoing en la frontera de Bélgica, los guardias franceses me pidieron el pasaporte dejándome pasar a condición de no volver jamás a Francia; sus colegas belgas ni siquiera me miraron, así que entré en Bélgica el mismo día que cambiaba la moneda de la ocupación por una nueva nacional, por lo que cada ciudadano podía cambiar doscientos francos belgas por la nueva moneda. Subí a un camión en dirección a Bruselas donde llegué sin tener ni un céntimo para el tranvía. Conmovido por mi deseo de ver a mi madre tras años de separación forzosa, alguien me pagó el billete y, por fin, me encontré ante la puerta de aquella exigua casa del barrio bruselense de Uccle, la única dirección que conocía.
Sesenta años después del día que llamé a aquella puerta aún se me encoge el corazón al recordarlo. Se entreabrió la puerta y apareció una rubia y corpulenta señora a la que anuncié mi nombre preguntándole por Madame Hoffmann. La rubia me miró con los ojos abiertos de par en par, repitió mecánicamente “Madame Hoffmann” y cerró la puerta. Tardó un rato hasta que, acompañada por su marido, volvió a abrir y me soltó la noticia de que Madame Hoffmann había sido detenida por las SS y llevada al campo de Malinas[1].
Madre de Gerhard Hoffman enviada al Campo de Tránsito de Malinas y después a Auschwitz. Generada por IA.
En septiembre de 1944 ya se sabía que durante la ocupación alemana desde el campo de Malinas solían deportar a los grupos de infelices rumbo a destinos desconocidos en el este. El grupo de mi madre salió el 14 de mayo, era el transporte número veinticuatro, el último antes de la liberación. Sus huellas se pierden en dirección a Auschwitz.
Placas conmemorativas de mujeres en Campos de Concetración75º Aniversario de la Liberación de Bruselas
Ya había muchos indicios de lo que sucedía en los campos del este de Europa pero hasta la caída del Reich no se conoció enteramente la cruel realidad de lo que ahora llamamos Holocausto. Los parientes de los deportados aún podían esperar que los suyos regresasen vivos.
Hoffmann carpintero.Imagen genedara por IA
El primer invierno después de le liberación se pasó mal: hambre, frío, tiendas sin mercancías, la miseria que había conocido en la Viena de mi infancia y de la España de los últimos meses de la guerra. Encontré trabajo de carpintero en un taller del ejército inglés donde se montaban los vehículos para el avance de los Aliados en la conquista de Alemania.
Hoffmann Cabo Primero del ejército de EEUU. Generada por IA
Buscando un trabajo mejor remunerado me dieron un papelito rojo para presentarme en la oficina de empleo del ejército de Estados Unidos. Me presenté y me aceptaron, embarcándome de inmediato en un jeep hasta su base en Verdún para incorporarme como “private first class” (cabo de primera) en el glorioso US Army, me equiparon con un elegante uniforme que incluía un “helmet liner” (casco forrado). La mañana siguiente salimos hacia Alemania a una guerra que aún duraría cuatro meses más.
[1]Campo de tránsito de Malinas. Entre 1942 y 1944 los barracones del cuartel Dossin de Malinas (Mechelen), en Flandes, fueron utilizados por los nazis como campo de tránsito por el que pasaron más de 25.000 judíos y gitanos belgas y del norte de Francia antes de ser deportados a Auschwitz-Birkenau. El 95 % de los deportados no sobrevivieron. Después de la liberación del campo, el 5 de septiembre de 1944, sus instalaciones funcionaron como campo de internamiento para nazis y colaboracionistas.
El autor celebra la liberación de la ocupación alemana de Francia por los aliados y de Austria por el Ejército Rojo, momento de alegría y esperanza: la retirada y derrota alemana, el anticipo de los maquisards… Y explica las desesperanzas de los republicanos españoles: intentos fallidos como la Operación “Reconquista”, y el envejecimiento de los exiliados hasta que regresaron tras Franco. El protagonista pasa por Bruselas y descubre que su madre se deportó a Auschwitz. Regresó a Viena.
Se fueron las SS pero quedaron los de la Wehrmacht. Hacía días que se sabía que los Aliados se estaban acercando pero los alemanes no eran capaces de organizar la evacuación del complejo aparato de ocupación con la rapidez debida.
Me despedí de dos de los jóvenes reclutas austríacos del grupo de la letrina que se fueron con la tropa. Ni se plantearon desertar ya que se arriesgaban a que los cogieran los guerrilleros franceses. Vestían el uniforme enemigo y estábamos en guerra.
La Batalla de FranciaHaguenau, tras la batalla de Francia
Una calurosa noche de agosto empezó un tiroteo entre los maquisards que empezaban a entrar en la ciudad y alguna patrulla alemana en retirada. Mientras los alemanes se marchaban iban llegando más y más guerrilleros reunidos en los bosques vecinos los días anteriores.
También salían a las calles muchos vecinos que días atrás apenas oteaban tras las cortinas. Ahora, cuando la Liberación estaba a punto de consumarse, todos deseaban haber pertenecido a la Resistencia. Se trataba de ocupar las posiciones clave antes de que los miembros de la vieja burocracia se apoderasen de ellas.
Unas desgraciadas muchachas que habían mantenido relaciones con militares alemanes fueron arrastradas al balcón de la prefectura. Entre el júbilo de la plebe se les cortó el pelo al rape. ¡Mueran los traidores! ¡Viva la libertad!
Cuando Romorantin despertó aquella mañana, la ciudad era libre ¡Libre! ¡Libre! Tras cuatro años de ocupación alemana por fin desaparecía la Kommandantura, se iban la Gestapo y las SS, no quedaban altivos oficiales con el odioso uniforme gris, se acabaron las levas forzosas, el enemigo ya no se llevaría las cosechas. Empezaba una nueva vida.
París fue liberado pocos días después, los tanques aliados tripulados por republicanos españoles y bautizados con los nombres Jarama, Guadalajara y Belchite entraron en la ciudad ante el júbilo del pueblo.
La Nueve Entra En ParísDesfile de la Liberación de París
Pero en España, Franco siguió en el poder a pesar de que todo el mundo esperaba que, una vez vencidos sus protectores, el régimen franquista estaba destinado a desaparecer.
Mis amigos republicanos se reunieron impacientes por volver a su tierra. Todos los que vivían en la región se marcharon a Vierzon a la espera de órdenes.
Pero en mayo de 1944, en un discurso en el Parlamento, el británico Winston Churchill ya se había declarado a favor de Franco al demostrar su agradecimiento por haberse mantenido neutral. También había emisarios del presidente Rooselvelt en tratos con Franco para asegurarse posiciones estratégicas en España ante la Guerra Fría que se avecinaba. Durante el otoño de 1944 nos convenceríamos de que los vencedores de la guerra no iban a mover un dedo contra Franco. Para derrocar la dictadura habría que hacerlo con las armas.
Empezamos a hablar de “Reconquista” y los republicanos refugiados en Francia se prepararon para esta lucha. Algunos pasaron la frontera con las armas que habían arrebatado a los alemanes pero la mayoría de ellos acabó cayendo en manos de la Guardia Civil. Unos pocos consiguieron permanecer escondidos en las sierras pero en 1950 hubo que reconocer que la “Reconquista” había fracasado.
Operación ReconquistaGuerrilleros EspañolesEn la Vall De AranBrigada UNE
Por lo que a mí respecta, volvía a encontrarme en la disyuntiva entre los dos países que consideraba mi patria. En el periodo de octubre a diciembre de 1944 los angloamericanos estaban en la orilla del Rin y los rusos ante Berlín. En diciembre fracasó la última ofensiva desesperada de von Rundstedt[1] en las Ardenas belgas y pensé que la liberación de Austria ya no podía tardar. En consecuencia, me encontré en el deber de estar preparado para regresar a mi país.
Tuvimos que despedirnos; mientras mis amigos partían rumbo al sur, yo fui en dirección a Bruselas donde esperaba encontrar a mi pobre madre que había sufrido cinco años de miserable vida de refugiada bajo la permanente amenaza de ser deportada a algún campo del este.
En Bruselas recibí la cruel noticia de que mi madre había sido detenida y deportada a Auschwitz poco antes de la entrada de los Aliados. Sus huellas se perdían en un tren que se movía en dirección al este.
Entrada de AuschvitzVista Aérea actualIndicaciones de los Departamentos de Auschvitz
Tuve que esperar seis meses más para regresar a mi tierra, cuando el Ejército Rojo entró en mi Viena liberada y reducida a escombros.
Desfile de tropas soviéticas por Viena en 1945
Los españoles se reunieron resueltos a emprender el camino de regreso a su ansiada patria. Mis compañeros se movían lentamente hacia los Pirineos. En aquel verano de 1944 todos anticipábamos el inminente final de la guerra. Nadie dudaba que para los españoles significaba el fin de la dictadura franquista y el regreso de los exiliados.
Para mí se abría el camino hacia mi propio país liberado, por lo menos así lo creía. Y emprendí camino hacia el norte. Mis amigos españoles y yo quedamos decepcionados: Austria tuvo que esperar ocho meses, ocho largos meses de guerra total que dejó ciudades en ruinas y costó miles de vidas humanas.
Eisenhower Da Alas A Franco Con Su Visita Años más Tarde
¡Y España? Franco siguió en el poder otros largos treinta años. Los jóvenes exiliados que se habían acercado a la frontera en agosto y septiembre de 1944 serían ancianos cuando por fin pudieron entrar en la deseada patria.
Decidí viajar a París y a Bruselas para reunirme con mi madre y continuar hasta mi país en espera de su liberación.
[1]Karl Rudolf Gerd von Runsdtedt (Aschersleben, 1875 – Hannover, 1953) Militar alemán que aplastó la resistencia del gobierno socialdemócrata de Prusia cuando éste no aceptó la disolución ordenada por Von Papen. Descontento con el nazismo, se retiró en 1938, pero Hitler le confió el mando de cuerpos de tropas que invadieron Polonia y Francia. Participó en la invasión de Rusia, al mando de los ejércitos del sur, que ocuparon Kiev, pero se opuso a la ofensiva de invierno y volvió a presentar la dimisión. Meses más tarde, Hitler le confió el mando del frente del oeste en Francia, que asumió hasta 1944. No pudo impedir el desembarco aliado de Normandía, por lo que fue sustituido por Kluge. Hitler le encargó dirigir la última ofensiva en las Ardenas, en la que fracasó. Hecho prisionero por los británicos fue internado en Nuremberg, Londres y Hamburgo y liberado en 1949 debido a su estado de salud.
El texto describe la vida en Francia durante la ocupación alemana: Normandía, la Resistencia, relaciones con soldados alemanes, su novia catalana, y los días previos a la Liberación en 1944.
El 6 de junio de 1944 los ejércitos aliados llegaron a las costas francesas con once mil aviones y cinco mil barcos. A una distancia que hoy se recorre en menos de dos horas se desplegó la mayor batalla de la historia militar. La Muralla del Atlántico[1], construida con el sudor de centenares de miles de trabajadores forzosos, la mayoría republicanos españoles, comenzó a tambalearse hasta que se quebró a los pocos días.
En el curso de un mes se tomó Cherbourg, después Caen y, a finales de junio, Rouen. El camino a París quedaba libre. En julio las divisiones alemanas iniciaron la retirada que se convirtió en huida a principios de agosto. Los ejércitos aliados avanzaban hacia París.
Día D: Desembarco de NomarndiaAvance Aliado: Caen 1944 Y Ahora
En la idílica ciudad donde vivía entonces aún no se oía el estruendo de los cañones. Se sabía que habían llegado los aliados pero desconocíamos los detalles de los movimientos de las tropas.
El duro régimen de los ocupantes alemanes continuaba con el riguroso control de la Gestapo y la Feldgendarmerie y con el gris de los uniformes de la Wehrmacht mezclándose con los transeúntes. La población civil seguía sufriendo las acostumbradas penurias mientras se celebraban suntuosos festines en el Soldatenheim.
Refugiados estranjeros en la Francia Ocupada. Por IARefufiados españoles en Toulouse. 1945
Sin embargo se intuía el olor de la Liberación. Las autoridades francesas ya no cumplían con todo su empeño las órdenes recibidas de la Kommandantura y los gendarmes se abstenían de proceder con rigor contra los maquisards.
Los miembros de la Resistencia vivíamos nuestro propio romanticismo que consistía en soñar asaltos y voladuras de posiciones enemigas, acciones para obstaculizar la retirada de las tropas alemanas. Mi trabajo antinazi consistía en aprovechar mi dominio del alemán para contactar con soldados alemanes intentando convencerles de que la guerra estaba perdida. A tal fin me había infiltrado como carpintero en el cuartel alemán.
Españoles Cántabros en La ResistenciaMujeres españolas en labores de Inteligencia en La Resistencia depués de duras condicionesLa División Ebro en La Resistencia
Pretendía balbucear algo de alemán fingiendo buscar palabras mientras las deformaba. Tuve que pasar por la Oficina de Trabajo alemana donde el oficial quiso mandarme a trabajar a Alemania pero la muchacha que allí servía escribió en el papelito “de carpintero al cuartel” y el borrachín del suboficial lo firmó.
En aquella Francia en vísperas de la Liberación todos simpatizaban con la Resistencia aunque sólo fuese con chistes anti alemanes cuchicheados entre amigos. Incluso el vice prefecto demostraba su patriotismo extendiendo papeles falsos a los resistentes amenazados por la Gestapo; así es como obtuve mi documentación de “ciudadano español nacido en Zaragoza” que me facilitaba la entrada en el cuartel alemán para realizar el trabajo antinazi.
En mi nuevo puesto de trabajo presencié las malicias a las que los oficiales sádicos sometían a los pobres muchachos recién quintados. A algunos de ellos les oí hablar en el dialecto de mi tierra, esa lengua que suena mucho más suave que el alemán del norte. Solían juntarse en las letrinas, frente a mi taller, para disfrutar de un momento de descanso y les escuchaba quejarse del maltrato que sufrían.
Un día ya no pude contener más mi emoción y les dirigí unas palabras consoladoras en puro vienés ¡Menuda sorpresa, el carpintero español les consolaba en su propio dialecto! En realidad era un descuido imperdonable; si uno de los reclutas me hubiese denunciado habría acabado en los calabozos de la Gestapo. Pero lo que sucedió es que la letrina acabó convirtiéndose en el centro clandestino de nostalgia de la lejana patria.
Años después, cuando regresé a mi país, me encontré con algunos de los amigos de la infancia que habían servido en el ejército alemán y nos preguntábamos cómo se hubiesen comportado de haberse cruzado nuestros caminos en la Francia ocupada. Aseguraban que nos hubiésemos abrazado felices de reencontrarnos. Lo dudo ¿Quién arriesgaría su vida para saludar a un amigo que, según las leyes vigentes, debía ser considerado un traidor?
Por mi parte, el dilema es que esos soldados con uniforme alemán hubiesen sido mis enemigos y mi deber era matarles en caso de enfrentamiento; pero les tenia simpatía ya que eran compañeros míos, obligados a servir a los nazis (algunos a regañadientes).
Aun estábamos bajo el régimen de la Kommandantura de la Wehrmacht y podía aparecer un destacamento de las SS en cualquier momento, aunque el final ya se percibía cercano. Los magistrados franceses ya no cumplían las órdenes como antes. ¿Quién quiere aparecer como “collaborateur” en vísperas de un cambio de escenario?
Relaciones entre derrotados y aliados. 1945Relaciones con tropas alemanas. Por IA
En agosto de 1944 nuestra vida cotidiana era cada vez más difícil. Mi miserable salario no alcanzaba para las compras cotidianas y menos aún para las del mercado negro. Con mi novia catalana, hija de refugiados republicanos, los domingos recorríamos durante largas horas las bellas campiñas de la Solange en busca de algo con que calmar el hambre y, a veces, cambiábamos una manta o un trozo de jabón por un pedacito de queso de cabra que luego repartíamos con el resto de la familia.
A principios de agosto se empezó a oír, aunque todavía a lo lejos, el trueno de los cañones, mientras nosotros gozábamos de nuestro idilio ¿Qué importancia tenían las adversidades cotidianas si íbamos a vencerlas con nuestra joven confianza? No cabía duda alguna.
Me movía entre la colonia de republicanos españoles que conocían mi verdadera identidad de austríaco pero me consideraban uno de ellos.
Mi novia era hija de un funcionario sindicalista que fue asesinado por falangistas a la entrada de los vencedores en el pueblo, en febrero de 1939. La madre cogió a los tres hijos y se sumó a la avalancha de casi medio millón de fugitivos que cruzaron la frontera en busca de refugio en Francia. Mi novia era la mayor, había otra hija de diecisiete años y un hermano de doce. Como tantas madres españoles, Mercedes se encontró en un país cuyo idioma desconocía, sin recursos y dependiendo de los escasos subsidios que daban las autoridades francesas.
Yo tenía mi cuartito en una casa vecina. Los Servats me acogieron como miembro de la familia y pasaba mi tiempo libre con ellos. En la familia se hablaba en catalán, que empecé a comprender paulatinamente, mientras que conmigo conversaban en castellano
El 22 de julio de 1944 llegaron las primeras noticias del atentado contra Adolf Hitler. Opinamos que era la señal para que el pueblo alemán se deshiciera del régimen que obviamente les estaba arrastrando hacia el peor desastre de su historia.
Aquel verano de 1944 ¿quién podía pensar que la locura duraría nueve meses más? Ese lindo agosto nadie sospechaba que docenas de magnificas ciudades alemanas se convertirían en escombros hasta que rusos y americanos se abrazaran entre las ruinas de Berlín.
A la espera de esa paz tan soñada escribí en mi diario la nota siguiente:
“Más allá de los Alpes ha llegado el gran momento, la gran transformación ¡Otra guerra perdida! ¿Cuántos mutilados mendigaran por las calles esperando que se compadezcan de ellos quienes esta vez han resultado ilesos?
Estos eran los recuerdos de mi infancia en un país vencido y desesperado después de la guerra de 1914.
En mi taller ya no se trataba de construir ridículos tanques simulados de madera. Los dos carpinteros fabricábamos maletas de madera para los oficiales. Para que sus botines se quedasen en Francia fijamos los fondos de esas maletas con sólo tres clavos.
Un día volvía del trabajo como de costumbre a casa de mi novia llevando provisiones para los tres muchachos que estaban allí escondidos esperando incorporarse al maquis. Me aguardaba una sorpresa: justo al doblar la esquina para entrar en la alameda donde vivíamos habían instalado un destacamento de las SS. Uno de los guardias, rubio, con su odioso uniforme negro, estaba fijando el cartel con la advertencia “EINTRITT BERBOTEN!”
No había nada que hacer, tenía que pasar por allí. Debía entrar en casa como fuese. Intentando contener mis nervios me dirigí al rubio SS y le dije, en el peor alemán que logré balbucear: “DAS NIX GUT-FRANZOSEN NIX DEITCH; IK DIR MAKEN”. El germano, feliz por la inesperada ayuda, me tendió la tiza y escribí con cuidada caligrafía: “ENTRÉE INTERDITE”. Le ayudé a fijar el cartel en el tilo. El muchacho me lo agradeció y pasé en dirección prohibida.
En casa, la familia de tres mujeres y el niño estaban amedrentados. Los tres muchachos escondidos estaban en el cuartito de detrás de la puerta mientras que en la cocinita los SS se habían sentado alrededor de la estufa. Su jefe, el Sturmbannführer o quizá Obersturmbannführer, conversaban pacíficamente frente a la madre en su correcto francés de colegio. Nos contó que era de Viena, de padres húngaros, obviamente de buena familia.
Hacia mediodía desaparecieron casi todos de repente, dejando sólo a dos o tres de guardia; regresaron al oscurecer reuniéndose nuevamente en nuestra cocinita y retomando la conversación. El jefe le pasó la cazadora a la madre, pidiéndole que le cosiese un botón suelto. Al ponerse las gafas la pobre mujer descubrió el agujero de una bala y el SS le explicó tranquilamente, siempre en su súper correcto francés de colegio: “Ce matin, c’était d’un de vos gens…” (Esta mañana, fue uno de los vuestros…).
¿Por qué no nos apresaron si ya sospechaban nuestra filiación? Tal vez para poder seguir disfrutando de aquel pacífico episodio en vísperas del final.
En la puerta vi a un SS llorando. Era el muchacho rubio de la mañana y le oí sollozar amargamente: “Ich möcht’ heim, zu Mutter…” (Quiero ir a casa con mi madre…). Le quedaban nueve meses para acabar y mucho riesgo de perder la vida.
La mañana siguiente el aquelarre había terminado. La SS se fue.
[1] La Muralla del Atlántico fue una gran cadena de puntos de refuerzo construida durante la Segunda Guerra Mundial por la Alemania nazi que tenía la misión de impedir una invasión del continente europeo desde Gran Bretaña por parte de los Aliados. La edificación de este proyecto se confió en 1942 a la Organización Todt. La zona costera del Canal de La Mancha bajo control alemán se dotó de todo tipo de bunkers, blocaos, casamatas, trincheras, túneles y demás estructuras defensivas.
El protagonista describe cómo era la vida de pobreza y antimilitarista de los refugiados españoles bajo la ocupación alemana: una vida de sufrimiento y participación en la resistencia francesa. El autor trabajaba como bracero y vivía en condiciones precarias. En 1942, enseñaba alemán a los hijos de un campesino y vivía en un ambiente de rechazo al chauvinismo y militarismo. En 1943, el autor se infiltró en un cuartel alemán para distribuir propaganda antinazi. Los refugiados españoles, a pesar de la pobreza y resentidos con Francia, mantenían su espíritu antifascista y muchos luchaban junto a los franceses contra los alemanes. Un personaje llamado “Otto” intentaba reclutar españoles para trabajar en Alemania, pero tuvo poco éxito. Con la llegada de los aliados en 1944, los alemanes se retiraron.
En 1942, durante la ocupación, di clases de alemán a los hijos del campesino vecino, en un rincón de la Dordogne francesa. En las notas que conservo de aquel cursillo leo ejercicios con frases como esta: “Cuando termine la guerra, franceses y alemanes vivirán juntos pacíficamente en una Europa sin guerras”
Este era el ambiente en el que me había criado, de profundo repudio al chauvinismo, de rechazo al militarismo que nos había hundido en la Primera Guerra Mundial cuyas consecuencias habían oscurecido mi juventud.
Sin embargo, no era fácil defender tesis internacionalistas ante lo que día a día sucedía a nuestro alrededor: secuestros, matanzas, detenciones, deportaciones, con toda la arrogancia del vencedor que tenía en sus manos un poder arbitrario e incontrolado.
Muchedumbre Refugiados Atravesaban Calles de Collioure (Francia)Refugiadas Españolas Bajo La Ocupacion AlemanaRefugidas Con Idenfificaciones En Un Campo Sur De Francia
La mayoría de los españoles republicanos, que eran mis compañeros de trabajo, no compartían el odio anti alemán de los franceses: como refugiados habían vivido sus propias experiencias no siempre gratas en esta “FRANCIA HOSPITALARIA” mientras ignoraban Mauthausen, Dachau y los demás “logros de la Gran Alemania”
Esos hombres y mujeres escapados tras la derrota de la Republica se vieron en un dilema: por un lado no podían olvidar el nefasto papel desempeñado por la Alemania nazi en la Guerra Civil Española como vanguardia del fascismo internacional; por el otro, consideraban que la desgracia era un justo castigo caído sobre esa Francia que los había abandonado en sus apuros.
A pesar de esos recelos prevalecía la conciencia política; poquísimos españoles estaban de parte del invasor alemán mientras muchos lo combatían junto a sus compañeros franceses. Los seis mil españoles muertos en Mauthausen son un trágico testimonio de los sacrificios sufridos y de su combativo espíritu antifascista.
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Por los años 1941/1942 corría por el sur de Francia un misterioso personaje, mandado por algún servicio alemán, conocido sólo por “Otto”, que rondaba por la zona no ocupada (la Vichy de Pétain) reuniendo grupos de refugiados españoles para llevarles a Alemania como trabajadores voluntarios. Parece que el tal Otto había pasado algún tiempo en la España republicana y conocía bien la mentalidad de los refugiados. Les hablaba de la triste situación en la que se encontraban, les recordaba los agravios sufridos en los campos, incluso les evocaba los ideales de la República, pretendiendo que en la Alemania de Adolf Hitler encontrarían mejor acogida que en esa Francia tan hostil a los extranjeros.
El señor Otto obtuvo poquísimos resultados. Los que fueron a trabajar al Westwall[1] de la Organización Todt[2] lo hicieron presionados y trataron de escaparse a la menor oportunidad. A Alemania sólo iban a la fuerza.
Eran tiempos difíciles para todos pero lo eran más para los españoles que carecían de recursos y estaban en un país extraño del que la mayoría desconocía el idioma y la mentalidad.
Al salir de los campos, allí por 1940/1941, empezaron a gozar de una relativa libertad pero cuanto más se independizaban más difícil se hacía su manutención. Los que trabajaban la tierra eran pagados miserablemente pero por lo menos comían; los que fueron a trabajar al bosque tenían que mantenerse por su cuenta con lo poco que ganaban talando árboles, la escasez de los vales y los caro que resultaba aprovisionarse en el mercado negro.
Las mujeres trabajaban en el campo o como sirvientas de las familias francesas, no se les permitían otros oficios. La vida de los republicanos españoles en esa Francia ocupada era de estrechez y sin perspectivas.
Mis compañeros españoles y yo trabajábamos como braceros en las propiedades vecinas, dependiendo de las Compañías de Trabajadores Extranjeros[3] (Compagnies de Travailleurs Étrangers) siendo controlados por la gendarmería francesa. Nos pagaban a razón de cuatro francos diarios (equivalentes al precio de un paquetito de tabaco), estábamos mal vestidos y alojados en miserables chozas o graneros.
Las tardes de domingo (se solía trabajar hasta mediodía) nos reuníamos en el cuartito de un compañero o en el café de la ciudad. Esa ciudad nos parecía un pequeño París y el café el colmo del lujo burgués. Cuando volví a visitar Monpazier treinta años después (ese era el nombre del pequeño París) quedé sumamente decepcionado: encontré un pueblo mediocre, el café anticuado con los sillones de terciopelo ajados, las calles sucias y los escaparates cubiertos de polvo. Sin embargo, entonces no eran frecuentes nuestras visitas al café ya que con los cuatro francos diarios apenas nos alcanzaba para “una choupine de vin blanc”, menos aún para uno de los pasteles que la panadera solía vender a escondidas.
Casi había olvidado mi procedencia. Mi país, Austria, había desaparecido del mapa; mis condiscípulos alistados en la Wehrmacht eran de hecho nuestros enemigos; todos los contactos estaban cortados.
Mis compañeros españoles me consideraban uno de ellos, me contaban cosas de su tierra y sus familias. Hablaba el idioma de mis compañeros sin disponer de profesor ni gramática alguna, el de los labradores andaluces, de los obreros de Valencia o de los campesinos aragoneses, un lenguaje ciertamente tosco, con argots y jerigonzas, tal como les oía hablar entre ellos.
Sentados sobre el colchón en el modesto alojamiento de un compañero, comentábamos los vaivenes de esa guerra que transcurría al margen de nuestras vidas.
Entre nosotros no había ni uno que no se solidarizase con la causa de los Aliados y todos anhelábamos contribuir a su triunfo de alguna forma. A partir de la guerra en el este estábamos pendientes de las derrotas y de las victorias soviéticas. Era la continuación de nuestra guerra, no cabía duda. Éramos perfectamente conscientes de que allí, en los campos de batalla de la lejana Rusia, se jugaba nuestra suerte, el futuro de España y del mundo.
En esos momentos poco contaba la afiliación política de cada cual. Habían desaparecido las divergencias que tanto daño habían causado a la causa republicana. Sabíamos que con la victoria del ejército soviético ganaría la República mientras que con la derrota de los sóviets se esfumarían las esperanzas de resucitarla.
Gracias a las reuniones dominicales logré conocer una España que suele escapársele al turista común. Recuerdo a un muchacho, jornalero andaluz analfabeto, con quien simpatizaba mucho; durante nuestras tertulias solía narrar las largas jornadas de trabajo en aquel fértil suelo de su tierra natal donde, para estar preparado ante eventuales problemas con el arado, había que llevar una piedra en el bolsillo ¡Vaya tierra donde los hombres están hambrientos y escasean las piedras! No me resultaba fácil formarme una idea de la pobreza y el atraso de aquella España donde se habían criado mis amigos.
Yo era oriundo de una zona donde había desaparecido el analfabetismo desde hacía muchas generaciones (la emperatriz María Teresa decretó la enseñanza obligatoria en el siglo XVIII) y me parecía absurdo que un hombre adulto no supiera leer ni escribir pero, al mismo tiempo, me sorprendía la viva inteligencia de esos analfabetos.
El lugar donde trabajaba era una vasta propiedad feudal dominada por un castillo cuyos dueños eran los condes de Bony, de vieja nobleza perigordina, señores feudales al viejo estilo, como si 1789 no hubiese acaecido. Conmigo había llegado Luís R, un nervudo campesino aragonés, vivaz y trabajador, del que aprendí las faenas del campo y a cantar las coplas de su tierra. Recuerdo la que dice así:
Por la mañana, muy tempranito
salí del pueblo, con el hatito…
¡Qué trabajo nos manda el señor,
agacharse y volverse a agachar…
Luís era una fuente inagotable de sabiduría. Yo me había criado en una familia burguesa bien acomodada y desconocía la vida rural; apenas sabia diferenciar una vaca de un toro, sólo sabía del arado por el romance clásico alemán, me parecía absurdo levantarme con el sol y pasar el día agachado para arrancar la mala hierba. Luís me enseñó sin alardear nunca de su saber. En vano intenté convencerle de que cuanto más trabajáramos mayor seria la explotación. Mientras yo me escabullía del trabajo en cuanto podía, Luís no era capaz de estar parado ante una faena.
Cuando íbamos al campo, él trabajaba todo el día bajo un sol sofocante o con la lluvia empapadora, de manera que yo no podía quedar atrás.
Hoffmann Bracero. IAHoffmann Enseña Alemán. IAHoffmann Propagandista. IA
Luís me enseñó a ordeñar, a arar, a sacar los tupinambos del suelo fangoso y casi helado, a curar a la yegua moribunda y a uncir el yugo a una pareja de bueyes; me mostró cómo coger conejos silvestres y me explicó los nombres de las herramientas en español. No me ha servido de mucho conocer qué es el bieldo, la azada, la guadaña, la hoz y la horquilla pero tampoco me ha hecho daño saberlo.
Al pasar los años Luís se integró plenamente en la familia condal, los salvó de la ira de los maquis durante la liberación y, al terminar la guerra se convirtió en capataz de la propiedad. Cuando años más tarde y acabada la pesadilla visité el lugar, Luís ya vivía una vida tranquila retirado en la ciudad vecina.
Pasé trece meses en Marsalés y, indudablemente, no eran malos tiempos. Treinta años más tarde pasé por allí en mi coche y encontré el castillo abandonado en busca de comprador, las vacas en las granjas vecinas y las tres hijas viviendo en una modesta casa en la ciudad vecina, Monpazier.
Mi estancia en el castillo de Marsalés transcurría en 1941 y 1942, una época sin sobresaltos en aquel rincón apartado, donde simplemente se trataba de sobrevivir de cualquier manera. De allí me trasladé al centro de Francia con una familia española y al poco tiempo me hice novio de la hija mayor. Para ganarnos la vida, ella y su hermana se vieron obligadas a trabajar en el Soldatenheim[4]de la Wehrmacht y yo de carpintero en el cuartel alemán.
Al empezar 1943, cuando se estaba esfumando la gloria de la invencible Wehrmacht y Mussolini era destituido, volvimos a tener coraje y empezaron a formarse los primeros núcleos de resistencia. Entre los primeros grupos de guerrilleros volvemos a encontrar a los menospreciados españoles que organizaban sus propios grupos de resistencia aportando sus experiencias militares y sirviendo de instructores a los maquis. Mucho se ha escrito sobre la actuación de la guerrilla española en la liberación de Francia. Yo la viví en las cercanías de la pequeña ciudad de Romorantin, a orillas del río Cher. Allí vivíamos modestamente trabajando cada cual cómo podía para ganarnos la vida.
A principio de 1943 ya se había formado una bien organizada red de resistencia española. Por mi conocimiento del idioma de los ocupantes se me encargó introducirme en el cuartel alemán como carpintero e infiltrar material de propaganda antinazi. Logré reunir un grupo de reclutas de procedencia austríaca que solían aprovechar los pocos momentos de escaso descanso en las letrinas situadas frente a mi taller para escuchar mis susurrados informes sobre la inminente derrota de los oficiales. Era una empresa suicida, la Gestapo tenía espías por todas partes, pero oliéndose el fin del aquelarre ¿qué importaba una muerte más o menos, aunque fuese la propia?
Al acercarse los americanos, a mediados de agosto de 1944, se fueron los alemanes y con ellos esos pobres reclutas de la Wehrmacht que no tuvieron coraje para desertar.
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[1] El Westwall o Muro del Oeste, también llamado Línea Sigfrido por los Aliados era una serie de fortificaciones a lo largo de la frontera occidental cuyo propósito era defender el territorio de la Alemania nazi.
[2] La Organización Todt estaba dedicada a la ingeniería y construcción de infraestructuras civiles y militares, entre ellas el Westwall y la red de autopistas alemanas. Esta organización fue responsable de la esclavitud de más de un millón y medio de personas, principalmente prisioneros de guerra, judíos deportados de Alemania y de los países ocupados y desertores. Su fundador fue Fritz Todt, ingeniero nazi y uno de los personajes más poderosos del régimen.
[3] Un decreto de 12 de abril de 1939 del gobierno Daladier, estableció que los extranjeros refugiados o apátridas quedaban obligados a prestar sus servicios a las autoridades francesas. A los españoles se les ofrecieron cuatro opciones: ser contratados a título individual por patronos agrícolas o industriales, integrarse en Compañías de Trabajadores Extranjeros, alistarse en la Legión Extranjera o en los Batallones de Marcha de Voluntarios Extranjeros, unidades militares con mandos franceses, contratados por el tiempo que durase la guerra. Unos 50.000 españoles fueron adscritos a las Compañías de Trabajadores, de los cuales alrededor de 12.000 fueron enviados a la línea Maginot y al “Primer Frente” y unos 30.000 a la zona comprendida entre la línea Maginot y el Loira.