El autor narra los eventos del 12 de febrero al 13 de marzo de 1938, con las tropas alemanas ya en Austria. Se nombró a un ministro del interior nazi y se liberaron los presos políticos. Sale de prisión mientras los republicanos españoles pierden Teruel.
Existen muchos reportajes, análisis y comentarios sobre los dramáticos días desde el 12 de febrero (promulgación del dictado de Berchtesgaden[1]) hasta el fatal 13 de marzo de 1938, cuando el ejército alemán entró en Austria. Ese lapso de tiempo ha quedado grabado en mi memoria de forma imborrable.
Hacía un año que estaba en la cárcel junto a los presos nazis, muchos de ellos condenados por haber tomado parte en el asalto a la cancillería y por el asesinato del canciller Dollfuss en junio de 1934. El día 15 de febrero se oyeron grandes voces en sus celdas; los nazis celebraban el nombramiento del abogado Seyss-Inquat como ministro de interior y jefe de policía. Al día siguiente el vocerío fue aún mayor al saber que habría amnistía para todos los presos políticos. No era un error, se hablaba de todos los presos, no sólo de los nazis como se hubiese podido esperar de las exigencias de Hitler. Incrédulos, comentábamos la noticia: ¿Es un bulo o es verdad?
El día 18 de febrero la prisión se agitó; desde nuestro sector observábamos los movimientos en las celdas nazis. No cabía duda, los reclusos se estaban preparando para salir y se abrazaban cantando felizmente. Salieron poco a poco siendo recibidos por los amigos que les esperaban fuera.
Para nosotros, los reclusos socialistas y comunistas ¡nada! Nos esperaban horas de angustia. El director de la prisión, hombre leal que siete años más tarde sería víctima al querer salvar a los presos del furor de las SS, acudió asegurándonos su simpatía. Tras varias llamadas telefónicas a las autoridades de Viena, finalmente se decidió nuestra suerte ¡también seríamos liberados!
Cuando abandonamos la prisión ya era de noche, los amigos y parientes se habían marchado y no nos esperaba nadie pero ¡éramos libres! Cargamos con nuestros bártulos y fuimos a coger el tren para volver a casa.
Aquellos días de febrero de 1938 se helaba el agua de la refrigeración de las ametralladoras en el frente de Teruel, donde mi hermano y muchos de mis compañeros padecían el más crudo invierno vivido en el país. Teruel estaba en ruinas cambiando varias veces de manos. Tras la victoria de Franco a miles de prisioneros republicanos les tocó reconstruir la ciudad con trabajos forzados, hambrientos, maltratados y humillados por los vencedores. Este mes de marzo mi hermano escribía una carta desde Teruel, rebosando confianza en la victoria de la República, que contribuiría a la libertad e independencia de nuestro país.
Pero la república perdió la batalla de Teruel [2]. Y mientras las tropas de Franco entraban en dicha ciudad yo iniciaba mi vida de ciudadano recién liberado en la lejana Austria.
[1] El 12 de febrero de 1938 el canciller de Austria Kurt Schuschnigg se reunió con Hitler en el retiro de Berchtesgaden. La presión para consumar la unión de Austria con Alemania se había intensificado. Los simpatizantes austriacos de esta unión recibían el apoyo de Berlín y su influencia era notable. Un alto porcentaje de jóvenes desempleados debido a los efectos de la Gran Depresión veían en la unión la respuesta a sus problemas. En Berchtesgaden Schuschnigg recibió un mensaje claro: capitular o arriesgarse a que se desencadenara una guerra civil en Austria. Los testigos cuentan que Schuschnigg salió deprimido y acabado de la reunión: había terminado por aceptar todas las condiciones del diktat alemán. De regreso en Viena Schuschnigg puso en libertad a los cabecillas nazis que esperaban procesos penales y nombró al nazi Arthur Seyss-Inquart ministro de policía (otra condición dictada en Berchtesgaden). Pero al mismo tiempo comenzó a organizar un referéndum para decidir sobre la unión o la independencia de Austria. La fecha del mismo fue fijada para el 13 de marzo de 1938. La edad mínima para votar fue establecida en 24 años para evitar que los miles de jóvenes desempleados y simpatizantes nazis pudieran votar. Hitler montó en cólera y promovió las manifestaciones violentas de simpatizantes nazis en casi toda Austria, creando el caos en todo el país. La policía no hizo nada y Alemania inició la movilización de sus fuerzas armadas. Hitler presionaba al presidente austriaco Wilhelm Miklas para que destituyera a Schuschnigg y nombrara canciller a Seyss-Inquart. Su plan era que el nuevo gobierno pidiera ayuda a Alemania para restablecer el orden. Pero Miklas se negó y para cuando cedió Hitler había dado órdenes de poner en marcha la invasión de Austria.
[2] Acto conmemorativo del 75 aniversario del fin de la Batalla de Teruel. Organiza Rolde Aragonés de Barzelona, en colaboración con Pere Pina, de Casa Almirall.