El autor narra las experiencias como emigrante austriaco en Brno (Checoslovaquia) durante la persecución nazi y la Guerra Civil Española. Allí sigue de forma precaria las consignas del partido comunista checo. Y prepara el salto a España.
Emigración y exilio son dos cosas distintas. La emigración es definitiva mientras que el exilio sólo dura hasta que se puede recuperar la patria. Según esto yo hubiese debido ser considerado exiliado pero atendiendo a que el propio nombre de Austria había sido borrado del mapa era difícil imaginar su renacimiento. De todas formas, emigración me sonaba a un alojamiento mohoso, vida provisional, miseria y estrechez. No me equivocaba ya que, a pesar de los esfuerzos solidarios de los amigos checos, los emigrados éramos unos pobres diablos. Fui admitido en la colectividad de emigrantes de Brno donde encontré a unos quince alemanes que llevaban viviendo allí varios años, huyendo de la persecución nazi. Treinta años después volví a ver la casa del barrio bajo de la ciudad donde los quince nos apiñábamos en las tres habitaciones del apartamento; seguía ofreciendo el mismo aspecto desolado de entonces. Las familias checas antifascistas nos ofrecían una comida diaria, alternándose entre ellas; aunque se esforzaban para que no lo tomáramos como una limosna resultaba bastante humillante.
Desde que salí de mi casa paterna a los diecisiete años, había adquirido las más variadas experiencias pero no bastaban para evitar situaciones desagradables. Los quince integrantes del colectivo hicimos caja común en la que cada uno entregaba todo su dinero; yo vendí mis vestidos para comprarme algo de comida adicional. Entonces el partido me puso un vigilante, un compañero tirolés llamado Jan G., un buen muchacho con las mejores intenciones que se tomaba muy en serio su cometido. Tiempo después nos encontramos en el frente del Ebro, en los campos de Francia, al regresar de la guerra e, incluso cuando ambos peinábamos canas, siguió albergando dudas sobre mí. No puedo dejar de contar el comportamiento ejemplar de este fiel comunista infalible: durante la ocupación alemana siendo el responsable del trabajo antinazi en Lyon, distribuyó material entre los soldados de la Wehrmacht, fue apresado por la Feldgendarmerie, escapó y volvió a su trabajo clandestino. Hace varios años que murió solitario en su casa de un pueblo de la Baja Austria. Jamás dudó de la integridad del partido.
Los meses que pasé en Brno no fueron muy gloriosos. A pesar de mis convicciones políticas yo era producto de una educación burguesa con todo lo que conlleva. En abril llegó la mujer de mi hermano con mi sobrino, el pequeño Peter, y se instaló en un apartamento barato. Yo empecé a dar clases de español sobrevalorando mis conocimientos que no excedían de un nivel muy básico. Mis pobres discípulos pronto “no tuvieron tiempo” para las clases.
Desde España llegaban malas noticias. Teruel cambió varias veces de mano, en enero fue ocupada por las tropas franquistas que siguieron su avance logrando desencadenar, en marzo de 1938, un retroceso masivo de las tropas republicanas, dejando a miles de soldados cautivos de los franquistas, entre ellos muchos internacionales. En la caótica retirada se encontraba André Marty[1], pistola en mano, implorando, amenazando y empujando a los soldados despistados hasta que logró convencer a algunos y, poco a poco, se detuvo la retirada y la mayoría de hombres logró cruzar el Ebro, salvándose. Pero las avanzadillas de Franco tomaron Vinaroz, aislando así la zona sur de Cataluña.
Precisamente en este momento tan crítico, en Moscú se desarrollaba el proceso contra Nikolai Bucharin y sus compañeros. Es posible que en el mismo momento que André Marty conseguía detener la retirada del ejército republicano, el viejo bolchevique Bucharin cayera abatido por las balas del piquete de ejecución en Moscú. No sería el último proceso contra supuestos enemigos del socialismo. Mientras, a dos mil kilómetros de distancia, yo estaba viviendo un extraño verano bajo la amenaza alemana hacia la república checoeslovaca.
Participaba en las manifestaciones anti alemanas de los checos que se oponían al partido alemán de Henlein, el paladín de Hitler, cantando el himno checo. No cabía duda de que el pueblo checo estaba dispuesto a defenderse. Faltaban cuatro meses para la Conferencia de Munich en la cual Chamberlain y Daladier entregarían el país a Hitler.
El 3 de mayo de 1938 volvieron a encontrase Hitler y Mussolini y el primero ofreció a su futuro aliado la renuncia al Tirol del sur, de etnia alemana, eliminando así el último obstáculo para la futura alianza, acordando su nueva estrategia.
Día tras día insistía para que el partido me facilitara la salida a España y a cada una de mis instancias se me respondía “pronto”, que era cuestión de días. Quizá la dirección dudaba a causa de la situación desesperada de los nuestros después de la retirada de Aragón, que amenazaba con quebrar la resistencia republicana. Pero el ejército popular se recuperó rápidamente; el 11 de mayo fueron nombrados los nuevos mandos del XV Cuerpo del ejército republicano reorganizado: Modesto, Líster, El Campesino, Tagüeña, López Iglesias y Sánchez Rodríguez fueron designados tenientes coroneles de las reconstituidas unidades del ejército popular, preparando la gran ofensiva del Ebro.
Era un momento extremadamente crítico para la República pero Hemingway, que estaba con las tropas republicanas, escribe que “la moral de los republicanos no está quebrada y se sigue luchando”. En los archivos del ministerio de la guerra puede leerse que “los rojos han mantenido su voluntad de resistir”. La situación internacional ofrecía la oportunidad de que las democracias occidentales se aliasen con la Unión Soviética para contener la agresión de la Alemania hitleriana. En abril de 1938 podía cambiar el curso de la historia. A finales de junio, por fin, el partido me dio permiso para salir a España.
[1] André Marty. (Perpiñán 1886-Catllar de Conflent 1955). Dirigente comunista francés que participó en la Guerra Civil Española desde agosto de 1936. Participó en la organización de las Brigadas Internacionales siendo nombrado inspector general y como máximo responsable de formación en su base de Albacete.