Gerhard Hoffmann 💣23.¡HAY GUERRA!
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UN LARGO VIAJE A TRAVÉS DEL REVUELTO SIGLO XX, del Brigadista Internacional Austríaco Gerhard Hoffmann – 23. ¡HAY GUERRA!

El autor describe la inminencia de la Segunda Guerra Mundial y su impacto en la población, especialmente en los internos del campo de Gurs. Relata las difíciles condiciones de vida en el campo, la invasión de Polonia y Finlandia, y la “drôle de guerre”. También menciona su labor de alfabetización y la construcción de un monumento a Buenaventura Durruti.

Nadie dudaba de que la guerra fuera inminente, pero cuando las divisiones alemanas invadieron Polonia en 1 de septiembre de 1939 y Francia e Inglaterra declararon la guerra al Reich fue como un porrazo que caía sobre la gente. Sólo hacía veintiún años del fin de la Primera Guerra Mundial y por su edad muchos de los supervivientes podían volver a ser llamados a filas. Las novelas de Erick Maria Remark en Alemania y de Henri Barbusse en Francia sembraron el miedo a la guerra en todo el mundo. Hasta el último momento se anhelaba el milagro de que pudiese evitarse. No hubo las manifestaciones de júbilo tan frecuentes en 1914 pero tampoco hubo protestas. La consciencia parecía paralizada.

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En Gurs aún desconocíamos las consecuencias que esto iba a tener. No sentíamos simpatía alguna por el régimen semi fascista del mariscal Pilsudski[1] y tampoco podíamos imaginar que cuando las tropas soviéticas invadieran Polonia fuesen a deportar a miles de funcionarios comunistas. Según nos dijeron, los países bálticos eran territorios arrancados a la fuerza que habían pertenecido a Rusia históricamente.

En noviembre el ejército soviético atacó Finlandia comenzando una tenaz resistencia de ese pequeño país de poco más de dos millones de habitantes que duró todo el invierno y sólo acabó en marzo de 1940 con un armisticio cediendo una franja de territorio a la Unión Soviética.

Por primera vez osé expresar mis dudas sobre el curso de la guerra entre países tan dispares en una reunión del partido. Mi intervención fue tímida ya que no tenía coraje para arriesgarme a ser aislado de la mayoría. Sin embargo la mancha por haber dudado no desapareció, sin que los compañeros fuesen conscientes de donde procedía.

Se declaró la guerra pero tras la ocupación de Polonia y los países bálticos coordinada entre Alemania y la Unión Soviética, con el fin de la guerra en Finlandia Europa languidecía en un extraño aquelarre, la “drôle de guerre”[2], con los ejércitos acechándose desde sus líneas fortificadas: la línea Maginot y el Westwall, durante meses de angustiosa espera.

La invasión de Polonia y Finlandia al inicio de la II Guerra Mundial

En Gurs empezó un lluvioso invierno desmoralizador, el suelo convertido en un barrizal donde se nos atascaban los gastados zapatos; los días se acortaban anocheciendo a las cinco y nos acosaban las largas horas de ocio forzoso y de hambre a causa de la deficiente alimentación.

Se distribuyeron velas entre unos pocos miembros del partido para que pudiesen leer los pocos informes que nos llegaban. Mi vecino de barracón era uno de esos afortunados beneficiarios pero escondía su vela colocando un trapo entre su cama y la mía de forma que yo quedaba en la oscuridad. Este B. era un fiel miembro del partido pero sus cualidades humanas dejaban mucho que desear.

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Yo daba clases de alfabetización a jóvenes españoles ya que muchos procedían de regiones atrasadas sin acceso a la escuela. Uno de ellos me preguntó de dónde venía y se sorprendió al responderle que era de “Viena” porque él también era de “Villena”. Como siempre me ocurrió en el exilio, las relaciones con los españoles eran de mutua camaradería.

Un compañero austríaco, Pixner[3], era un escultor dotado y erigió un monumento a Buenaventura Durruti hecho con el barro del campo; alguien nos fotografió ante dicho monumento, dos brigadistas y un discípulo analfabeto mío. Pixner fue a Inglaterra y se casó con una inglesa; setenta años después encontré a su viuda y a su hija en Barcelona ante un monumento a los brigadistas en el Fossar de la Pedrera.

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Este primer invierno en el exilio francés pasó sin afectarme la moral aunque no pude acostumbrarme a la insuficiente alimentación. Una vez recibí un paquete de un tío de Inglaterra pero ¡qué decepción! al abrirlo sólo contenía jabón, pasta de dientes y otros artículos de higiene.

El 10 de mayo de 1940 acabó la extraña drôle de guerre. El ejército alemán invadió Holanda y Bélgica, aplastó la débil resistencia francesa y la de sus aliados ingleses y siguió avanzando hasta tomar París.

En junio, los generales franceses firmaron el armisticio en Compiegne, en el mismo vagón donde, veintidós años antes, sus colegas alemanes habían firmado la derrota del ejército del Káiser.


[1] Jósef Pilsucki (Zúlov, 1867- Varsovia, 1935). Primer Jefe de Estado (1918-1922) y dictador (1926-1935) de la Segunda República Polaca. Considerado el principal responsable de que Polonia consiguiera la independencia en 1918. En 1930 se genera una oposición política que le exige dejar el poder. En respuesta, Pilsudski comienza una represión que se agrava en los años siguientes; los últimos años de su régimen al terror policial se añade la brutal represión militar del nacionalismo ucraniano de 1930. A pesar de ello, la figura de Pilsudski es vista actualmente como una de las más destacadas de la historia de Polonia en donde se le considera uno de los grandes héroes de la nación.

[2] La drôle de guerre o guerra de broma es una expresión francesa referida al periodo de la Segunda Guerra Mundial que comenzó con la declaración de guerra que Francia e Inglaterra dirigieron a Alemania el 3 de septiembre de 1939 y acabó con la invasión alemana de Francia, Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo el 10 de mayo de 1940. En este intervalo de tiempo las tropas francesas y británicas apenas se movilizaron y no participaron en ningún acto bélico contra los alemanes a pesar de que ambos países estaban obligados a asistir militarmente a Polonia. Desde septiembre de 1939 hasta mayo de 1940, los principales actos bélicos del tercer Reich ocurrieron en batallas navales en el Atlántico. Incluso la Guerra de Invierno entre Finlandia y la URSS (diciembre 1939-marzo 1940) transcurrió sin que Francia o Inglaterra lanzaran ataque alguno contra Alemania. Sólo el ataque alemán del 10 de mayo de 1940 acabó con la guerra de broma. La expresión drôle de guerre fue utilizada por primera vez por el periodista francés Roland Dorgelès.

[3] Franz Pixner. (Ried im Innkreis, 1912- Viena, 1998). Marxista austríaco, combatiente en las Brigadas Internacionales, escultor y pintor. Miembro de las Juventudes Socialistas y del Partido Comunista Austríaco, encarcelado por su participación en el Socorro Rojo, en 1937 fue a España para luchar contra Franco siendo herido de gravedad. En 1939 fue internado en el campo de reclusión de Gurs en Francia. Al ser liberado se instaló en Londres donde permaneció hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Casado con la hermana del premio Nobel de química Walter Kohn, vivió en Viena hasta su muerte trabajando como artista independiente.

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