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    UN LARGO VIAJE A TRAVÉS DEL REVUELTO SIGLO XX, del Brigadista Internacional Austríaco Gerhard Hoffmann. – 3. MOCEDAD TRAS UNA GUERRA PERDIDA. Los años de entreguerras

    Tras la IGM, Austria se convierte en una república democrática. El autor narra la vida en Viena durante los años de entreguerras tras una guerra perdida, destacando las dificultades, los cambios sociales, el antisemitismo y el papel de la Cruz Roja Americana.

    Mis primeros recuerdos datan de los años veinte del pasado siglo y constan de las habituales penurias de posguerra, la inflación y los mutilados de guerra que vagaban por las calles.

    Como muchos niños de mi vecindad me veo en una larga cola delante de la Cruz Roja americana instalada en una escuela de mi barrio con un cacharro en las manos. Allí nos echaban un cucharón de una espesa sopa de judías con cebada mondada, plato hoy desaparecido pero que me resultaba francamente sabroso a mis cinco años.

    En 1919, a punto de cumplir los dos años, apareció un hombre extraño que resultó ser mi padre, recién liberado de su cautiverio en Italia.

    Se conserva una carta dirigida a mi madre por un camarada de mi padre en la que informa que el teniente Hoffmann había caído cautivo de los italianos “tras haberse defendido valientemente al mando de su compañía”. Puede imaginarse el alivio que supuso para la pobre mujer ya que en un telegrama fechado el 24 de mayo de 1917 se le comunicaba que su marido había desaparecido en el frente del Isonzo en el transcurso de la décima de las batallas de dicha campaña. A los dieciséis días nací yo.

    Los relatos de papá de esos dos años se parecían más a una juerga; los oficiales eran tratados con el debido respeto y así, el teniente Hoffmann pasó el tiempo en Amalfi coleccionando las bellas canciones napolitanas entonces en boga que, más tarde, solía cantar en familia. Poco después el abogado Hoffmann abrió su bufete y en 1923 la vida se fue normalizando, por lo menos en  nuestra casa.

    Sin embargo, para la mayoría de vieneses los años de posguerra fueron un tiempo de lucha por la supervivencia. Cerca de nuestra casa se encontraba una barriada de chabolas llamada el barrio de las ratas, en la que la gente vivía en cuevas, sin luz ni agua. No lejos de allí se hallaban las barracas de Baumgarten, que permanecieron hasta los años cincuenta; en cada una de ellas vegetaban dos o tres familias en condiciones desastrosas. Dichas barracas se erigieron para albergar a los prisioneros rusos y aún se recuerdan las tristes condiciones que allí reinaban. De estas Baumgarten Baracken procedían muchos de los comunistas que más tarde fueron mis compañeros.

    Por aquel entonces, tras las duras condiciones impuestas por los vencedores de la guerra, el estado no disponía de medios para reparar los daños de la guerra. Pasados los años veinte se movilizaron los primeros créditos y se aprobó un ambicioso programa de viviendas en Viena, a la que acudían centenares de miles de personas desterradas de los territorios bajo control de las nuevas autoridades nacionales. Estas casas, construidas por la municipalidad socialdemócrata y financiadas con los impuestos a los que se habían aprovechado de la guerra, sirvieron de modelo conocido como la Viena roja.

    Imagen generada por IA en relación al capítulo.

    En 1924 empezó para mí una nueva etapa al entrar en la escuela primaria. Este año los socialdemócratas cedieron a los partidos burgueses dejando el gobierno en manos de un prelado, Ignaz Seipel, quien de inmediato se puso a “recoger los escombros de la revolución”. El primer choque de dicho gobierno con la masa obrera ocurrió el 15 de julio de 1927 cuando miles de obreros se manifestaron contra la arbitraria absolución de los asesinos de dos obreros socialistas. El resultado fueron noventa muertos en las calles de Viena y la promesa del prelado canciller de “no permitir clemencia alguna”.

    Con diez años hubiese querido estar entre los manifestantes, imaginando cómo reaccionaría el público si me hubiese alcanzado una bala de la policía. Pero para tal acto heroico me faltaban los treinta y dos céntimos que costaba el tranvía.

    Hacía varios años que los socialdemócratas habían cedido el ministerio de educación a la derecha que no tardó en imponer el espíritu de la vieja monarquía exigiendo obediencia y sumisión a los superiores.

    De entonces data un episodio que demuestra la posición de mi familia en esa ciudad caracterizada por un tradicional antisemitismo. Con unos compañeros de clase nos burlamos de un muchacho judío ortodoxo atendiendo a su indumentaria y extraño peinado, gritándole una antigua frase de la que ignorábamos el significado: “¡Aidelach, Jidelach, hep-hep-hep!”.

    Al llegar a casa le conté a mi madre nuestra hazaña. Bastante azorada me explicó que nuestra familia tenía ascendencia judía y que la frase utilizada significaba “Jerusaleme est perdita”, recordando la invasión romana del 72 d.c. La sensación de sorpresa que me causó este incidente se mezclaba con cierta conciencia de pertenecer, a partir de entonces, a un grupo extraño, blanco de burlas como la que acaba de infligir al pobre muchacho ortodoxo.

    Desde pequeño rezaba oraciones cristianas, habiendo sido bautizado por un cura calvinista. Antes del nacimiento de mi hermano en 1912 mis padres habían decidido abandonar la religión mosaica.

    La inflación de la corona, moneda de la antigua monarquía, acabó en 1924 y la nueva moneda, el chelín, se cambió a razón de uno por mil. En el momento álgido de la inflación la gente corría al mercado después de cobrar el sueldo para prevenir la pérdida de valor.

    Hablando de fortunas, mis abuelos, inmigrados de su comunidad judía natal en 1860, y poseedores de un floreciente negocio de ropa en un céntrico edificio de cinco pisos lo perdieron todo a causa de los empréstitos de guerra, conservando únicamente la casa en que vivían.

    Con mi hermano, cinco años mayor que yo, pasamos temporadas de celos; yo siempre resultaba inferior en fuerza y saber mientras él debía ceder caricias y juguetes al pequeño. Le admiraba por su espontaneidad, su fuerza y sus progresos en la escuela, teniéndole siempre como modelo.

    La música siempre estuvo presente en mi infancia. Pasaba horas aporreando las teclas del piano tocando nostálgicas melodías. Mi padre tocaba el piano mientras cantaba las coplas napolitanas transcritas en Italia; mi madre también acompañaba con ese instrumento las lindas canciones aprendidas durante su estancia en Inglaterra. Debió ser entonces cuando nos mandaron a la ópera y nos extrañamos sobremanera porque durante la función apareció en escena un campesino siciliano que, de repente, se convertía en payaso; no nos habían prevenido que esa noche veríamos dos óperas diferentes.

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    UN LARGO VIAJE A TRAVÉS DEL REVUELTO SIGLO XX, Brigadista Internacional Austríaco Gerhard Hoffmann – 1.PREFACIO

    En el prefacio se explica como llegó a labrarse la publicación de esta obra en la que, el autor, nacido en Austria en 1917, explica un relato autobiográfico de sus vivencias del siglo XX marcado por la guerra, la dictadura y el exilio. El contacto con un celador y dos hermanos de Sant Boi lo hicieron posible.

    Es importante publicar estos escritos como un acto de justicia, especialmente en el contexto político y anímico actual de Europa.

    Octubre de 2008. Llega una mujer mayor en silla de ruedas al Hospital de Bellvitge. Parece que ha tenido una caída. Sus acompañantes, un voluntario y Gerhard Hoffmann, la escoltan hasta llegar a urgencias. No tarda en correrse la voz: son brigadistas internacionales. Ella, mujer de uno ya fallecido, y Gerhard, uno de los dos brigadistas austríacos que siguen con vida. Continúan instalados en la persistente y atenta mutación que exige la verdadera solidaridad de los perturbados[1]. Por eso están ahí. Saben y sienten la diferencia entre caridad y virtud. Mientras la caridad es momento de alivio, una reacción lúcida y certera, la virtud construye: es internacionalismo, humanismo marcado a perpetuidad. Son ellos, los conmovidos, testimonios vivos, médiums capaces de hacer ver al prójimo que aquellos que padecen la mayor de las injusticias son una posibilidad latente para todos nosotros. De ahí que pugnasen y pugnen aún deliberadamente por desembarazarse de la opción del desastre de la ortodoxia fascista como una vía política posible. Danzan vivaces por el hospital. Orgullosos, ataráxicos, meritorios de una muerte que los abrazará en breve. Ellos y todos los demás brigadistas han acudido a Cataluña desde sus distintos pueblos, pues se cumple el setenta aniversario de su multitudinaria despedida popular en Barcelona (28 de octubre de 1938). Diego, celador al que llega la noticia, corre presto en búsqueda de ellos, pues no quiere dejar pasar la posibilidad de saludarlos. En realidad, lo que anhela es contagiarse de la generosidad que todos ellos derrochan. Ciertamente siente que le va la vida en ello. Que tiene la oportunidad de dar un sentido transcendental al tatuaje que hace años se hizo en el hombro izquierdo: la estrella de tres puntas,el emblema de los brigadistas. En ocasiones, cuando está en su casa, lo mira en el espejo y siente cierta fuerza. La energía propia de todos aquellos voluntarios que acudieron a socorrer a la República en la última guerra romántica. Poetas, estudiantes, aventureros… Jóvenes solidarios que vinieron a España a luchar contra la oscuridad y el totalitarismo encarnando lo mejor del ser humano: la fraternidad, el sacrificio, los valores, la dignidad. Cuando Diego estuvo delante de Hoffmann se encontró ante un anciano de noventa y dos años. Alto y delgado. Su cuerpo había envejecido, contaba con las marcas propias del tiempo. Pero había algo que no había cambiado en aquel hombre. Eran sus ojos, su mirada. Sus pupilas aún conservaban la determinación, el idealismo y la fuerza de aquel joven que cruzó el río Ebro en 1938. Diego quiso comprobar por sí mismo si era cierto que aquellos ancianos eran brigadistas. Miró fijamente a Hoffmann, agarró el lado izquierdo de su chambra de celador y la deslizó firmemente hacia abajo. Apareció la estrella de tres puntas y los ojos del brigadista brillaron más que nunca. Gerhard informó al joven custodio de los actos de homenaje que se iban a suceder durante esos días, y le instó a que no dejara de acudir. Diego me relató muy emocionado lo sucedido y sentimos la obligación y la responsabilidad de ir juntos al próximo acto de homenaje que se iba a celebrar en Sitges. Fue mi primer contacto con Gerhard y con el colectivo de los brigadistas. Jamás olvidaré el momento en que ellos se levantaban como podían de sus sillas de ruedas para cantar el Himno de Riego.

    Diego y Hoffmann

    Diego, ya algo más sereno, quiso escribir y entregar una carta de agradecimiento a Gerhard. Había sentido un fuerte magnetismo hacia su ser y tenía la necesidad de intentar expresárselo mediante la palabra escrita. Quería agradecerle la lucha y el sacrificio. Quería que supiera de su puño y letra que aquellos valores e ideas universales por los que habían luchado en aquella batalla infatigable, habían calado. Así, con la misiva en mano, acudió Diego al último acto de homenaje que se iba a dar en Barcelona. Pudo allí disfrutar de un grupo de música que recreaba canciones republicanas. Observó como los ancianos brigadistas se levantaban, bailaban, alzaban con dignidad y orgullo el puño al cielo. Se quedó bloqueado por la emoción. Se quedó clavado junto a una columna, testigo consciente del alcance del momento único que estaba viviendo. Al ver a Hoffmann, lo miró, estiró su brazo nervioso y le entregó la carta. Le dijo estremecido que no la leyera ahora, que lo hiciera cuando llegara a Austria. Le dijo modestamente al entregársela que tan sólo era una carta de agradecimiento por haber venido a España a luchar con nosotros. Al poco rato pudo ver entre el grupo de ancianos a uno que se levantaba de su silla con un papel en la mano y que buscaba a alguien con nerviosismo. Era Gerardo. Las miradas, igual que en el hospital, se encontraron. Se dirigió presto, con lágrimas en los ojos, hacia la columna donde el joven celador se apoyaba, ya que las piernas no tenían la fuerza suficiente para sostenerle. Había leído el escrito que Diego le había entregado y no quería dejar correr la oportunidad de intercambiar unas palabras con él. Unas palabras llenas de humildad y sabiduría. Tras apremiarle a que le firmara el escrito, le pidió perdón por haber perdido la guerra, le dijo que ellos habían hecho todo lo posible, pero que no pudo ser. Después dijo algo que a Diego se le quedó grabado en el corazón. Le dijo que lo importante en la vida era “ser humanamente honrado”. Después se fundieron en un abrazo. Nunca más se volvieron a ver.

    Milena, Gerhard, Ibán y Angel

    Años más tarde, empujados por el recuerdo imborrable de esas jornadas vividas en Barcelona, yo y mi hermano Ángel visitamos a Gerd en su Austria natal. Lo hicimos no sin acudir antes al campo de concentración de Mauthausen, donde también teníamos pendiente una convocatoria ineludible con la historia. Allí estuvo preso Antoni Roig Llivi[2], un camarada barcelonés ya fallecido, al que tuvimos la oportunidad de conocer en persona años antes. Recorrimos apesadumbrados, a la vez que sagaces, todo el campo: los barracones, el crematorio, la cámara de gas, la cantera de piedra donde tantos y tantos reclusos fueron exterminados. Sin duda la visita supuso para nuestras almas una sacudida indigerible. Ya en el coche, con contados monosílabos saliendo de nuestras bocas, nos dirigimos hacia Markt Piesting, donde Gerhard Hoffmann pasó los últimos años de su vida junto a su compañera Milena. Allí nos recibió amistosa y animosamente con la bandera republicana luciendo en la fachada de su casita. Estaba pletórico con nuestra visita. Recuerdo perfectamente su figura saliendo a la calle con un enorme teléfono inalámbrico. Veía que no llegábamos y nos llamó preocupado. Recuerdo como al final de la jornada nos regaló los textos que presentamos en este volumen. Y lo hizo después de recibirnos, tras invitarnos a comer ciervo y compota de frutos rojos en un magnífico restaurante, tras comprarnos unos víveres y unas cervezas austríacas en un supermercado cercano. Pero ante todo y sobretodo, y aún después de la tragedia que él y toda su familia había padecido, lo hizo tras demostrar su virtuosa generosidad y humanidad, un verdadero espejo para todos nosotros.

    Hoy, tras custodiar durante estos años sus textos como oro en paño, podemos decir que con la publicación de sus escritos emprendemos desde el mundo editorial un acto de justicia superlativo. Aún más fundamental si cabe si tenemos en cuenta la actual situación política y anímica de la vieja Europa.  

    Ibán Arévalo

    Barcelona 26 de septiembre de 2016


    [1] Patočka, J., Ensayos heréticos sobre la filosofía de la historia, Barcelona, Ediciones Península, 1988, p.160.

    [2] Para conocer la historia de Antoni Roig Llivi, capturado en Mauthausen con el número de preso 5722 por apátrida español, ver: Arévalo, I., Clavero, J., Cornellà, J, Momblán, D. [Marc Santboià]. (2002). Antoni Roig, Persona íntegra i model de dignitat. Recuperado de https://youtu.be/f-yT_1ziTqo

    Antoni Roig, Persona íntegra i model de dignitat

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    Descubre la Historia de Gerhard Hoffmann, un Testimonio Vivo y un Viaje Inolvidable del Siglo XX

    Vive las memorias de Gerhard Hoffmann, un brigadista austríaco que documentó los eventos más significativos del siglo XX. Desde las trincheras de la Primera Guerra Mundial hasta la lucha contra el fascismo en la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, Hoffmann nos ofrece una perspectiva única y conmovedora de un siglo marcado por la guerra y la resistencia. Este libro no solo es un diario personal, sino también un homenaje a todos aquellos que lucharon por la libertad y la justicia. ¡No te pierdas esta obra imprescindible!

    🌍 Un Testimonio de Valor y Humanidad, algunos capítulos

    • La Tragedia del Isonzo: Una absurda matanza en vísperas de su nacimiento.
    • De la Escuela al Penitenciario: La vida de Hoffmann durante los años de entreguerras.
    • El Camino del Exilio: Su experiencia en los campos de refugiados y la ocupación alemana.
    • Liberté, Liberté, Chérie: La liberación y los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

    ✊ Un Homenaje a la Solidaridad Internacional

    Este libro no solo es un diario personal, sino también un homenaje a todos aquellos que lucharon por la libertad y la justicia. Hoffmann nos recuerda la importancia de la solidaridad y el sacrificio en tiempos de adversidad.

    📅 Disponible capítulo a capítulo en la web y en Libro.

    No te pierdas esta obra imprescindible que nos invita a reflexionar sobre nuestro pasado y a valorar los sacrificios de aquellos que lucharon por un mundo mejor. ¡Disponible en esta web y edición impresa!.

    📘 Autoría

    • Colección Memoria / Edita: Memorial Històric
    • Prefacio: Ibán Arévalo
    • Trascripción y revisión de textos: Cristina Hernando; Carles Vallejo
    • Fotografías: Archivos de acceso abierto, IAG y de libre distribución

    Dedicatoria de Gerhard Hoffman:

    En este reportaje he plasmado la suerte de un siglo. Con toda la simpatía que tengo para este gran pueblo español ¡Salud y República!

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    Los Fondos de las entidades de Memoria Histórica.

    La historia de la humanidad ha sido una secuencia de estado de guerra permanente en todas las civilizaciones hasta el mismo colonialismo.
    Todos esos conflictos bélicos enterró toda la riqueza de las culturas y sociedades preexistentes.
    Las ciencias sociales (antropología, historia, medios, arqueología, sociología, etc…) han permitido rescatar su recuerdo a través de las expediciones, investigaciones, y estudios de campo.
    Para recoger toda ese saber y no se quede en el olvido se crearon en muchos los países entidades de Memoria Histórica, con fondo documentales rescatados de las ruinas o de colecciones particulares.
    Los responsables de asociaciones participan con su experiencia en entidades y han trabajado en estas entidades y colaboran internacionalmente tanto en Europa como en Iberoamérica. Son una visión particular pero llena de experiencia y conocimiento de como se gestionan éstos tipos de instituciones y como se recogen y se exponen toda ésta información para hacerse visible.

    Charlotte Salomon i la Naternitat d'Elna. Imatge generada amb IA.
    Charlotte Salomon i la Maternitat d’Elna. Imatge generada amb IA.

    Algunos ejemplos que de documentación que ha rescatado éste tipo de entidades (sobre una realidad terrible se traspasa la esperanza cuando se crean documentos que permiten dar testimonio para que todo ésto no vuelva a ocurrir):
    La Maternidad de Elna: https://thememoryrescue.blogspot.com/2014/04/la-maternitat-delna-eidenbenz-dassumpta.html
    Charlotte Salomon (Berlin1917-Auswitch1943): https://docs.google.com/presentation/d/1mn4PHqL_UYHQINvU98Hb2HG2RKPIBCNnvnKFpoheid0/edit?usp=sharing
    Xarxa d’espais de Memòria: http://memoria.gencat.cat/ca/que-fem/espais-de-memoria/xarxa-espais-memoria/

    Visiten éstos espacios de Memoria, son parte de nuestra identidad!